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EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

Gritos de "¡Muerte a los árabes!" en los funerales por el rabino Kahane

Juan Jesús Aznárez

Cerca de 15.000 judíos, en su mayor parte ultraortodoxos en religión y en política, participaron ayer en Jerusalén en los funerales por el rabino racista Meir Kahane, asesinado el martes en Nueva York. Un total de 2.500 policías y militares controlaron un irritado cortejo fúnebre, cuyos miembros más exaltados, algunos de ellos armados, clamaban por las calles: "¡Muerte a los árabes y al Gobierno!". Diez seguidores de Kahane, con metralletas Uzi y fusiles M-19, escoltaron el féretro.

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Horas antes del comienzo de la ceremonia religiosa, que duró más de tres horas y finalizó en el cementerio de Hilltop, tropas guardafronteras y fuerzas antidisturbios habían tomado todas las calles y cruces de carreteras colindantes con la necrópolis y el centro ultrarreligioso judío del barrio Smoel Anabi, a seis kilómetros de distancia del camposanto y en la parte norte de la ciudad. Allí se realizó la preceptiva ablución del cuerpo del fallecido. "Quien no se haya purificado también que no toque el féretro", advertían por la megafonía los servidores del oficio.El jefe de la policía de Jerusalén, Arye Bibi, había advertido que no se tolerarían alteraciones del orden público y que cualquier provocador sería arrestado. Dirigentes palestinos como Faisal Huseini, Sari Nuseibeh o Hanna Sinniora y judíos que tradicionalmente apoyan una solución negociada con los árabes recibieron protección oficial después de que militantes de los grupos encabezados por Kahane anunciaran "ríos de sangre árabe" para vengar la muerte de su jefe, asesinado en Nueva York por El Sayed Noseir, un egipcio nacionalizado en Estados Unidos. Muchos trabajadores de Gaza y Cisjordania no viajaron a Israel ante el temor de ser atacados y las patrullas por la parte este de Jerusalén se intensificaron. Seis vehículos policiales protegen la sede del diario palestino Al Fajr. Un autobús que transportaba obreros palestinos fue atacado a la entrada de Jerusalén por seguidores del partido de Kahane.

Los funerales comenzaron a media tarde, después de que el féretro con el cadáver de Kahane llegase al aeropuerto Ben Gurion, en Tel Aviv, y fuese trasladado en un furgón hasta Jerusalén, donde sus seguidores más incondicionales le esperaban dispuestos a todo. Con megáfonos, banderas de Israel y camisetas amarillas en las que un puño emergía contundente del centro de una estrella de David en negro, los enfervorizados apóstoles del rabino formaron una comitiva por la calle principal del barrio Smoel Anabi y llamaron a la acción antiárabe. Judíos ortodoxos, con las levitas y sombrero negros y los tirabuzones hasta el hombro propios de su religión, asistieron en masa al oficio. Con la Biblia en la mano y el cabeceo propio de su práctica en las salas de rezo, formaron un destacamento mayoritario silencioso y devoto.

En manos de Dios

Mientras el cuerpo del rabino era expuesto en el centro judío y se cumplía el rito del funeral, una docena de los habituales portavoces de las ideas del difunto pidieron, paradójicamente, serenidad y dejar en manos de Dios el destino de los árabes. En vida, y durante la campaña de 1985 para entrar en el Parlamento israelí, otro era el credo que Kahane anunciaba con una sonrisa en la boca en un cartel electoral: "Dadme la fuerza suficiente para dar buena cuenta de ellos de una vez por todas".

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Ninguno de los 12 oradores que glosaron su figura y su desvelo por los judíos pobres y necesitados, "no importa si eran de derechas o de izquierdas", pudo acabar su discurso, amplificado hasta la sordera por un eficaz sistema de altavoces. Desconsolados gemidos, llantos fuera de control y carraspeos para poder continuar interrumpían alocuciones en las que se establecía un paralelismo entre los enunciados del rabino asesinado y la supervivencia de Israel. La derrota de Goliat ante el habilidoso David fue el pasaje del Antiguo Testamento elegido por uno de los oradores en la ceremonia para advertir que Israel no perecerá cualesquiera que sean los peligros que le acechen.

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