El electrón domado
El primer acercamiento serio de Chick Corea a fuentes eléctricas data de 1968 cuando Miles Davis le invitó a participar en una sesión de grabación que más tarde se incluiría en el disco Water babieç.Entre otros, tocaron un tema de Wayne Shorter llamado Two faced del que Corea extrajo dos conclusiones importantes para su futuro: la primera fue que si la electricidad se trata con precaución no da calambre y, la segunda, que mirar en dos direcciones ofrece muchas ventajas. Desde entonces ha ido dosificando con buen tino su faceta eléctrica y acústica hasta conseguir ocupar un lugar destacado en ambas.
Corea sigue consumiendo parte de sus energías en la ingrata tarea de dar nuevos matices a la definición que hiciera Miles en los años sesenta del Jazz eléctrico para intentar mantener vigente su atractivo en los noventa aunque, curiosamente, inició su concierto de la sala Universal Sur (incómoda pero de excelente acústica) apelando a sus viejos temas de los setenta para ganarse el corazón español, algo en lo que es todo un especialista.
Chick Corea Elektric Band
Sala Universal Sur. Madrid. 6 de noviembre.
Después, como el negocio es el negocio, presentó los temas de su último disco Inside out, compuestos en seis días y basados en estructuras abiertas que proporcionan mayor libertad de improvisación a los solistas, pero incluso en este material reciente, su música desprendió el aroma de su antiguo grupo, añorado por muchos, Return To Forever.
Los miembros de la Elektric Band forman una asociación estable desde hace cinco años, lo que permite a Corea componer, salvando las distancias, como lo hacía Ellington para su orquesta: pensando en la personalidad de cada músico.
El trabajo de Corea debe de ser fácil porque dirige instrumentistas de dotes portentosas. John Patitucci mostró tal destreza con su habitual bajo de seis cuerdas que parecía tocar a dedo por cuerda en un prodigioso alarde de velocidad, fluidez y musicalidad, especialmente patente en un bonito dúo con el líder.
Dave Weckl no le anduvo a la zaga y sacó una imponente batería que en ningún momento sonó sobrecargada; como solista apabulló con su técnica y come acompañante fue referencia precisa para el resto del grupo. Eric Marienthal tocó los saxofones tenor y soprano, pero fue a coger el alto, de nuevo en un dilo con Corea, cuando se pudo apreciar mejor su espléndido sonido y su atinado instinto melódico. Finalmente, el guitarrista Frank Gambale dosificó oportunamente los tintes rockero y aportó fuerza y color al resultado final.
Entre tanta lumbrera, Corea todavía tuvo espacio para destacar tocando un compacto equipo de teclados reducido a los elementos imprescindibles y modestísimo en comparación con despliegues de ocasiones precedentes. Con tan drástica simplificación se le vio más libre y concentrado en lo que realmente importa: la música.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.