El triunfo de lo vienés
Tras la actuación extraordinaria del sábado, la Filarmónica de Viena, con Riccardo-Muti, inauguraron las series de Ibermúsica: 2 abonos de 12 conciertos cada uno para escuchar a muy importantes orquestas, maestros y solistas. A la vista está con el irinienso triunfo del sinfonismo vienés, al interpretar la Sinfonía Linz, de Mozart; la Novena, de Schubert, y el valsear de Johan Strauss. De nuevo hirvió el auditorio después de cada versión, y rnuy especialmente tras la exposición, no sólo perfecta, sino también creativa, del Schubert largo, difícil, introvertido, casi inescrutable, de la Sinfonía grande, la de las divinas dimensiones. Los filarmónicos parecen descubrir en la formidable partitura mil rincones tras los cuales alienta la potencia de un compositor tan alto como muy pocos en la historia. El amplio desarrollo de cada tiempo, montado sobre los principios ineludibles de la invención, la reiteración y la variación, anuncia un futuro que se llamará Brahms, Bruckner Ni Mahler. Incluso es fácil admirar soluciones de orquestación que pueden inclinarse hacia uno de esos tres maestros.
Ciclo Ibermúsica
orquestas del MundoFiIarmónica de Viena. Director: Riccardo Muti. Obras de Mozart, Schubert y Strauss. Auditorio Nacional. Madrid, 4 de oviembre.
Variantes
Y a la variante temática, a la sucesión de imaginaciones, verdadera suma o fuente musical, añade Schubert la variación tímbrica, una intención que es ya color sinfónico. Todo ello, montado sobre la estructura de la intimidad, afiliado al lied, el mundo schubertiano por excelencia y resuelto en forma de arte sin vanidad: hondo, auténtico, sutilmente trascendido.Ricardo Muti posee una visión propia de la obra que tiene, como es natural, conexiones con algo de la mejor herencia, pero que se cualifica, princiopalmente por su talante personal evidenciado en mil rasgos, tanto como en el planteamiento general, sin que por ello estemos nunca ante el capricho, la manera más falsa de la originalidad. Muti realiza sus ideas dentro de la lógica más exigente y a través de un estudio fenomenológico, por usar el término celibidacheano, tan hermosamente coherente como enriquecedor. Pero la inteligencia y el saber del, maestro napolitano, al igual que la de los filarmónicos, viene decidida por un valor afectivo: la sensibilidad, palabra clave ante Schubert. Y se corona en clímax de inmensa y noble grandeza. Mozart y Schubert, frente a frente, suponen la continuidad de la historia. Y la lección fue dada con tanta calidad en uno como en otro caso, pues pocos Mozart igualarán en el mundo hoy en día al oído en Madrid y dominado por algo bien dificil: la exactitud en la flexibilidad: Valor que en el valsear de Strauss, con su característico swing vienés, desbordó los límites de lo perfecto y los del entusiasmo del público.,
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