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La organización y las ideas

Antonio Elorza

El autor critica el Programa 2000 del PSOE por eludir desde el principio "todo contacto con la política efectiva", y el interés del aparato por "centrar el debate" en las ideas, "bajo cuyo manto se podrá seguir haciendo cualquier política".

Sin duda, Felipe González está preocupado ante la posibilidad de que las tensiones resten brillantez al congreso de su partido. Descontado que para él un congreso no es ya el ámbito de elaboración de las grandes decisiones, la función primordial del acontecimiento consiste en proyectar sobre la sociedad una imagen positiva desde una organización señalada por su cohesión interna y la eficacia de sus acciones. El Programa 2000 respondía a esta exigencia, una vez que Guerra amarró las riendas del partido en la fase precongresual. La impresión a transmitir es que el PSOE se encuentra en condiciones de sobrevolar la pequeña política y discutir las grandes opciones estratégicas para el próximo milenio.Ello explica las conexiones en apariencia contradictorias entre aparato guerrista y forjadores de ideología, y también los nervios de estos últimos al presentir que la atención pública no va a atender a la resolución del gran debate sobre el punto 32 o el 48 de la ponencia-marco, sino al tema más prosaico de las relaciones de poder entre el aparato, cada vez más firmemente controlado por Guerra, y aquellos ministros que o bien desean participar más activamente en la elaboración política, o bien reaccionan ante las previsiones que les dan ya por muertos políticamente a la vista de sus conatos de disidencia. Todos sabemos que en este campo la acción guerrista se desarrolla con la precisión y la inexorabilidad del argumento de un western duro, de modo que la única baza con que cuentan es dar una cierta batalla merced a la cual, con el beneplácito del Altísimo, la verticalidad actual resulte corregida.

Por otra parte, es ya algo comúnmente admitido por los politólogos que las fronteras entre organización e ideología son puramente formales. La contradicción aparente entre un aparato centrado en el objetivo del control orgánico y la elaboración de un programa sumamente ambicioso se resuelve si atendemos a las características del segundo. Hubiera cabido pensar que la montaña de colaboraciones de especialistas y síntesis parciales desembocara en una construcción programática orientada a marcar opciones y fijar criterios desde los que contrastar las líneas hasta ahora seguidas por los Gobiernos socialistas. Nada de esto ocurre. El manifiesto-Programa 2000 elude desde principio a fin todo contacto con la política efectiva llevada a cabo por el PSOE. Podría ser un programa o proyecto para cualquier otro país europeo sometido a las transformaciones tecnológicas de fin de siglo. Sólo sabemos que por ventura nuestra nos hallamos en una sociedad "que madura día a día", con Ayuntamientos vitales, autonomías en consolidación y emplazada ni más ni menos que en "el nacimiento de un Estado de bienestar". El encuadramiento ideológico tiene lugar mediante el dibujo alternativo del malo, el "modelo neoconservador", partidario del "capitalismo salvaje" contra quien el socialismo democrático esgrime ahora sus mejores armas. "Éste es el desafió", nos advierte el redactor. Y no hay duda que, una vez trazado el tigre de papel -ahora el neoconservadurismo-, sus días están contados.

Ingeniería genética

A partir de ese momento inicial, todo se despliega con regularidad mecánica. El mundo cambia y progresa; el Programa 2000'es la respuesta técnicamente perfecta a esos cambios. El nivel de generalidad es tal que no puede haber puntos conflictivos. ¿Quién discute hoy la importancia de la calidad de la vida o de la ecología? Lo que ocurre es que si todo esto es cierto, la realidad asume en España unos rasgos con los que habrá que contar, en forma de decisiones y establecimiento de prioridades para la política del futuro, en ese esperado nuevo milenio. Decir ahora que el Sur queda "descolgado" del Norte, que hay un poder creciente en manos de los grupos transnacionales, o que el derrumbamiento del comunismo favorece la paz, no es más que acumular obviedades de las que difícilmente puede sacarse alguna conclusión política si no se siguen los pasos imprescindibles de análisis, articulación y ordenamiento de propuestas y prioridades. Sólo entre líneas cabe atisbar ese descenso a los hechos, y lo que entonces aparece no resulta muy estimulante. Limitar el impacto de "la revolución de la mujer" al establecimiento de la igualdad de oportunidades entre los sexos no es una" perspectiva muy audaz. Tampoco aclara mucho las cosas decir que el signo distintivo de Europa, lo que propicia su avance respecto de EE UU y Japón, es el papel del sector público en la economía, si pensamos en que la política socialista ha apuntado precisamente a la privatización del INI. Las referencias al "fundamentalismo religioso e ideológico como forma de organización política", expresadas tal cual, reducen un problema efectivo de nuestro tiempo a un tratamiento genérico que sugiere pura y simple incompetencia. ¡Y qué decir, a la vista de lo que vemos, cuando se afirma que "la ética es fundamento básico de nuestra existencia política"...!

Así, afortunadas definiciones de objetivos van a estrellarse con la misma barrera: la ausencia de un análisis mínimamente riguroso del sistema social y político español, ni de su economía. Tampoco se introducen las líneas previsibles de su evolución y se huye de toda reflexión sobre la organización política, estatal o partidaria, más allá de lo que llamaríamos la promesa participativa. Ya sumidos en el ensueño, se nos dice que la política debe introducir más poder de decisión en la sociedad, que la relación entre Estado y sindicatos ha de llevar a un esquema de cogestión y que cada vez ha de ser mayor la participación activa de las organizaciones sociales en el Estado. Sólo falta añadir -punto 120- los organismos consultivos específicos" para que surja "una cultura de la solidaridad".

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Nadie se pregunta en el texto qué relación tiene esta cascada de palabras con la política actual del PSOE. La invocación de la técnica no incluye el supuesto mínimo del conocimiento científico: contrastar las declaraciones con los datos positivos. La pirueta en torno a la dimensión ecológica de la política socialista puede servir de ejemplo. Las consideraciones generales nos sitúan ante la gravedad del problema. Pero, "puesto que nos movemos en un ecosistema mundial, la solución de estos problemas debe venir de una acción mundial" (punto 253). Parece que aquí y ahora nada hay por hacer. Los enmendantes de Izquierda Socialista sacan al lector del limbo de las buenas intenciones para recordar que lo primero sería garantizar el cumplimiento por España de la normativa internacional sobre medio ambiente.

Sólo hay bajadas a la realidad en el nivel de la connotación. Así, cuando se denuncia un posible sindicalismo corporativo, cuando los sindicatos no se ajustan -¿advertencia a UGT?- a "las condiciones del progreso económico"; pero esto tiene que ver antes con la polémica que con el rigor analítico. Algo similar ocurre con la llamada a la descentralización, articulada con la expresión patriotera de lealtad al proyecto nacional (español, se entiende, con un confuso federalismo y orientación municipalista, bien expresivos de la concepción restrictiva que los socialistas tienen de las autonomías), vale la pena contrastar con la precisión de trazos adquirida al mirar hacia afuera, por ejemplo sobre la Europa comunitaria.

Ideologías clásicas

Los aterrizajes no son, pues, salvo excepciones, muy enriquecedores y los ensueños pueden así inscribirse antes en el marco de las clásicas ideologías de legitimación del poder que en lo que aparentan ser: un proyecto ajustado a las perspectivas de cambio económico y político de España. Por eso el aparato insiste tanto sobre la conveniencia de centrar el debate en las ideas", en estas ideas, bajo cuyo manto se podrá seguir haciendo cualquier política. Adquieren así el sentido de una perfecta coartada. Sobre todo porque olvidan que cualquier perspectiva de racionalización política ha de partir del análisis de la realidad, primero, y de los medios políticos que pueden propiciar su transformación, más adelante. Y aquí sólo se trata de conservar, eso sí, trazando hermosos castillos en el aire.

Antonio Elorza es catedrático de Pensamiento Político de la Universidad Complutense.

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