"No es momento de abandonar el barco"
"No es momento de abandonar el barco", asegura el presidente de Portugal, Mario Soares, para explicar su decisión de presentarse a la reelección. El esfuerzo de solidaridad que exigen los problemas de Europa, el resto del mundo y Portugal le han aconsejado, afirma, seguir en un cargo desde el quese desvincula de toda adscripción partidaria (es líder histórico de los socialistas) para asumir unos deberes constitucionales que le han llevado a la cohabitación con un primer ministro de distinta ideología.
El presidente de Portugal, que acaba de visitar España, donde se entrevistó con el Rey y con el presidente del Gobierno, tiene casi asegurada su reelección en la primera vuelta, el 13 de enero, al no presentar el Partido Social Demócrata (PSD, en el poder) un candidato propio.Pregunta. ¿Cómo funciona la cohabitación con el primer ministro Cavaco Silva?
Respuesta. Bien. El presidente fue elegido por una mayoría de centro-izquierda y el jefe de Gobierno es de centro-derecha, pero existe cordialidad y un objetivo común: asegurar la necesaria solidaridad institucional. Cuando fui elegido, reconocí públicamente que respetaba las acciones del Gobierno y la mayoría legislativa, y que ésta era esencial a efectos políticos. Y es muy significativo que el partido del Gobierno haya decidido no presentar candidato propio, opuesto a mí, para la elección de enero.
P. Teniendo en cuenta que las diferencias políticas entre Cavaco Silva y usted son notables, ¿a qué se debe la renuncia del PSD a presentar su propio candidato?
R. Tal vez a que yo tengo una concepción de la presidencia que me llevó, en el mismo momento de asumir el cargo, a renunciar al cargo de secretario general del Partido Socialista y a depositar mi carné de militante, que no recogeré hasta que termine mi mandato. El jefe del Estado es un moderador, un árbitro que ha: de estar por encima de los partidos, para que éstos puedan recurrir a él en situación de igualdad.
P. Pero para muchos portugueses usted sigue siendo el líder natural del PS.
R. Pues no lo soy. Ya ha habido dos líderes después de mí, Vítor Constancio y Jorge Sampaio, actual alcalde de Lisboa. Ya no tengo ninguna relación directa con el PS ni con ningún partido.
Republicano, socialista, laico
P. ¿Qué opina cuando se le define como un monarca constitucional?
R. Yo soy en primer lugar republicano, lo que en términos políticos, históricamente, significa mucho en Portugal. En segundo lugar, soy socialista, es decir, me siento cercano a los sectores más desfavorecidos de la sociedad y lucho por las desigualdades sociales y las libertades públicas. Algo completamente diferente del llamado socialismo real de los países comunistas. Soy partidario de la economía de mercado y de la propiedad privada siempre que aseguren la justicia social. Y, finalmente, soy laico, partidario de la separación entre la Iglesia y el Estado, única forma de asegurar la libertad religiosa.
P. ¿Está a favor de aumentar las atribuciones del jefe del Estado?
R. No. Nunca lo fui y no lo soy ahora. Ya tiene los poderes suficientes y necesarios.
P. ¿No considera una cierta anomalía que Mitterrand esté en la cumbre comunitaria de Roma y usted no?
R. No estoy allí porque no tengo que estar. Quien dirige el Ejecutivo, según la Constitución, es el primer ministro. Y es indispensable que siga siendo así. El presidente ya juega un papel importante en la política exterior, es consultado y ofrece su contribución al diseño de ésta. El caso francés es diferente. El modelo se hizo a imagen y semejanza del general De Gaulle. En Portugal están más diferenciadas las funciones del Gobierno y del presidente.
P. ¿Cuáles son las líneas generales del programa para su segundo mandato?
R. La razón fundamental de que me viera obligado a presentarme como candidato a la reelección tiene que ver con problemas internos y externos. Personalmente, me habría agradado concluir ahora mis funciones públicas. Tengo ambiciones de otro orden, literarias, académicas. Pero existen grandes perturbaciones en relación a Europa, el mundo y el mismo Portugal que implican un gran esfuerzo de solidaridad y me han obligado a reconsiderar mi postura. No es el momento de abandonar el barco. Mucha gente me ha pedido: "No nos abandones".
P. ¿Cree usted que el proceso democrático está ya completo?
R. La democracia nunca está completa. Ha habido y hay una gran expansión económica, eso es incontestable, pero aún no se ha logrado la reducción de las desigualdades económicas que a mí me gustaría. Hay problemas sociales graves que exigen un gran esfuerzo de concertación y justicia social. Y también hay que profundizar en el pluralismo democrático y lograr que nuestra democracia representativa, como todas las occidentales, se haga también participativa.
P.¿Qué queda hoy en Portugal de la revolución de los claveles?
R. El 25 de abril tenía tres objetivos esenciales. Primero, pasar de una dictadura de 50 años a una democracia consolidada e institucionalizada. Segundo, acabar con las guerras en África y descolonizar nuestros territorios en ese continente. Y tercero, desarrollar económicamente el país. Los tres se han cumplido. Y estamos en el camino de hacer más y hacerlo mejor.
P. ¿Es ya Portugal un país moderno?
R. Sin ninguna duda.
P. El boom económico ha coincidido con la entrada en la CE. ¿Cuál es su balance de la integración?
R. Altamente positivo. La gran mayoría de la población fue favorable a la adhesión, y continúa siéndolo, más que antes. Pero las mayores dificultades están por llegar, como el impacto de la entrada en el Sistema Monetario Europeo y la aplicación de las diferentes fases de la unión económica y monetaria, de la liberación total de las fronteras, de la libre circulación de capitales. No obstante, creo que las dificultades van a ser menos graves de lo que se teme, como ocurrió con la integración. Estamos preparados. Y tenemos un buen nombre en la CE. Nuestros técnicos en Bruselas son respetados. Nuestras propuestas son sensatas y tienen buena acogida.
Ayuda al Este
P. ¿Qué puede hacer Europa para ayudar al cambio del Este?
R. La situación en Europa central y oriental suscita graves incertidumbres. Soy un gran defensor de la unidad europea y de la CE, y creo que ésta tiene que apoyar las experiencias democráticas en el Este en términos económicos para ayudar a transformar economías colectivizadas en otras de libre mercado, algo más difícil que pasar de una dictadura a una democracia. Todo eso implica un gran esfuerzo de solidaridad.
P. ¿Está viviendo el Este una nueva revolución de los claveles?
R. En el plano político existen analogías, pero no en el económico y social. La nuestra fue una revolución política, pero la estructura social y económica era occidental, eso no ocurre en el Este. Ahí radica el gran drama. No hay mercado. Es muy grave que las reformas políticas no vayan acompañadas de las económicas.
P. ¿Por qué fracasaron esos sistemas?
R. Entre otras cosas, porque no consiguieron resolver los problemas de justicia social, crear sociedades igualitarias, hacer desaparecer las desigualdades. El lado positivo del comunismo era que pretendía alcanzar ese objetivo, pero no lo consiguió. El resultado de la experiencia ha sido reforzar la base ideológica del socialismo democrático.
P. ¿Cómo afecta la crisis del Golfo a la economía portuguesa?
R. Tenemos una gran dependencia energética y nos afecta directamente la subida del precio del petróleo, pero por ahora la situación está controlada. Lo más grave es que no sabemos cómo va a resolverse la crisis. Si la negociación se impone, se evitaría la guerra, pero ¿cómo impedir que dentro de unos años se plantee un conflicto similar? Y si hay guerra, aunque se resuelva rápidamente, ¿qué ocurrirá al día siguiente? Subyacente en la crisis, está el enfrentamiento Norte-Sur. La estabilidad del mundo debe pasar por un nuevo orden económico internacional. Es un imperativo de supervivencia para el propio Norte, no sólo de solidaridad.
P. ¿Cuál es su impresión personal? ¿Habrá guerra?
R. Soy pesimista.
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