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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Controlar el polvorín

LA REUNIÓN que han celebrado en Tirana, y que concluyó el pasado jueves, los ministros de Asuntos Exteriores de los seis países de los Balcanes (Albania, Bulgaria, Grecia, Rumania, Turquía y Yugoslavia) no debe ser considerada como un mero acto protocolario. Es cierto que las dos reuniones anteriores de este carácter han dado escasos resultados. Sin embargo, en unos momentos en que crecen los peligros de nuevas explosiones nacionalistas, los Balcanes pueden constituir nuevamente una zona de alto riesgo. Si en los inicios del siglo XX fueron el polvorín de Europa, por su papel en el desencadenamiento de la I Guerra Mundial, es fundamental que ahora se tomen medidas, en cada país y en el plano internacional, para evitar nuevos conflictos originados por la abigarrada mezcla de nacionalidades que la historia ha ido asentando en la península balcánica. Para ello puede ser muy positiva una cooperación estrecha, en terrenos concretos, entre los Estados de la región.Tal era el tema central de la reunión de Tirana. En ella se aprobó un texto dirigido a la cumbre de París de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) y encaminado a estrechar los lazos entre los Balcanes y el resto de Europa. Ese texto, en el que se reafirman los principios democráticos propios de la CSCE, ha sido firmado por Albania. No es una anécdota. Albania es el único país europeo que se ha negado a participar en la CSCE. Ahora aspira a integrarse en ella, y ha realizado asimismo otros pasos para ampliar sus relaciones con el exterior. El hecho mismo de que la reunión interbalcánica íuviera lugar en Tirana es significativo. Son novedades notables, después de décadas de un aislamiento que servía para proteger un dogínatismo marxista-leninista a machamartillo.

Lamentablemente, ello no se corresponde con cambios en el interior. Si bien es patente el anhelo de libertad de amplios sectores, los cambios oficiales son sumamente tímidos. La nueva ley electoral, presentada como liberalizadora, sólo admite el partido oficial. La decisión del escritor albanés Ismail Kadaré -una figura de prestigio mundial- de pedir asilo en Francia confirma que en Tirana subsiste un régimen de partido único, autoritario, que niega las libertades fundamentales. No obstante, esta trágica realidad no debería ser motivo para cerrar las puertas a una presencia de Albania en ciertos organismos europeos. La experiencia demuestra que una mayor fluidez de los contactos con el exterior ayuda a que los vientos de la libertad entren en países dictatoriales.

La importancia de la reunión de Tirana radica sobre todo en las medidas adoptadas para poner en marcha una cooperación interbalcánica concreta en terrenos en los que existen intereses comunes. Por ejemplo, una lucha conjunta efectiva contra el terrorismo y el narcotráfico, que beneficiaría, además, a toda Europa. La amenaza de un incremento de la miseria y el subdesarrollo es real para los Balcanes, de ahí que para combatirla necesiten de una mayor cooperación entre sí, única vía para conseguir un mayor apoyo de los países más desarrollados de Europa. Materias tan específicas como el transporte y la sanidad reclaman dicha cooperación.

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El gran reto para los Balcanes es, obviamente, el problema de las minorías nacionales. Si se enconase, podría provocar una cadena de conflictos de dificil control. Su discusión no parece haber desembocado en soluciones prácticas. Sin embargo, la aceptación de la idea de crear órganos supranacionales para la protección, el respeto y, llegado el caso, el arbitraje de eventuales conflictos sería decisiva para iniciar el camino de su resolución. Cabe esperar que la cooperación interbalcánica, tras la reunión de Tirana, prosiga en esa dirección, que no es otra que la asumida por la mayoría de los países que rechazan cualquier forma de totalitarismo.

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