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Ayuda a África: especie en peligro

SALIM LONELos países ricos, que empezaban a fijarse en Africa, dirigen ahora su atención a la Unión Soviética, al este de Europa y, en estos momentos, al golfo Pérsico. El continente más pobre del mundo vuelve a quedar en la sombra.

Desde que las Naciones Unidas reconocieron el estado desastroso de las economías africanas en 1986, las reuniones en la cumbre de las siete grandes potencias industriales occidentales han adoptado con regularidad medidas especiales para favorecer la recuperación del continente africano. Las medidas especiales para aliviar la deuda se adoptaron en la cumbre de Toronto de 1988, y antes de la cumbre del año pasado en París, el presidente francés, François Mitterrand, anunció la cancelación de la deuda debida a Francia por 35 naciones subsaharianas.Pero en los últimos meses los africanos se han visto sorprendidos por lo que parece ser un cambio en este apoyo, con altos funcionarios occidentales fijándose en las políticas africanas como causa de la crisis del continente, sin mencionar su posición de clara desventaja en la economía mundial. Y en la cumbre celebrada por los países industriales en 1990 en Houston, las discusiones sobre ayudas se centraron sobre la URSS, no sobre África.

Por cualquier parte del continente, uno se encuentra con una intensa preocupación por estos acontecimientos y sus implicaciones en lo que concierne a la ayuda financiera a África, y un amplio escepticismo acerca de los motivos que se esconden tras esta nueva condición de democratización. Los africanos notan que los donantes no están diciendo que el pluralismo político conducirá a mayores ayudas; sólo que los que no se democraticen recibirán menos. La mayoría de los africanos sabe también que su continente no puede competir con Europa oriental como imán de inversiones exteriores. Además, la amistad Este-Oeste ha privado al continente de su valor estratégico, que había garantizado a diversos países un cierto nivel de atención y ayuda.

Los africanos también saben que el amplio apoyo público que existía internacionalmente hacia un continente en desgracia a mediados de los ochenta se ha disipado, en gran parte debido a la naturaleza persistente de sus crisis y a sus repetidas solicitudes de mayor ayuda internacional.

Así que en general sospechan que las endurecidas condiciones impuestas para obtener ayuda anuncian un alejamiento creciente de los donantes de una región cuya economía problemática y pobres perspectivas de futuro aparecen cada vez menos relevantes para el crecimiento de países más ricos.

Naturalmente, existe amargura a muchos niveles por estas nuevas actitudes, al igual que la hay por la rapidez y el volumen de ayuda que se está organizando para desarrollar las economías de Europa oriental, cuando se compara con el lentísimo paso que lleva la reducción de la deuda y la afluencia de recursos que necesita desesperadamente el continente más empobrecido del mundo. Existe una amargura especial por el hecho de que la desvinculación del continente llegue cuando la gran mayoría de los países africanos están adoptando unas reformas económicas políticamente arriesgadas que les han exigido los donantes como requisito previo.

Iniciativas económicas

Por ejemplo, la socialista Tanzania ha adoptado las regulaciones de cambio extranjeras, que son infinitamente más liberales que las de la vecina Kenia, que están orientadas al mercado, y acaban de convertir en ley un maravilloso código de inversión nacional para atraer capital extranjero. Togo se está apresurando a establecer una zona de proceso de exportaciones que prácticamente da mano libre a los inversores exteriores. ¿Pero van a ver estos países realmente una afluencia de capital extranjero cuando los beneficios políticos y económicos son infinitamente mayores en Europa oriental?

Nada de esto quiere decir que los donantes no puedan intervenir para determinar cómo se debe utilizar su ayuda. Pero las condiciones dogmáticas -que de hecho establecen que sólo puedes recibir ayuda si sigues estrictamente la política que el donante ha elegido para ti- son, en el mejor de los casos, contraproducentes. Pueden conseguir que las cumplan los Estados que carecen de todo recurso, pero también generan resentimientos. Ninguna reforma funcionará a no ser que sea, y se vea que es, indígena. Ni tampoco se puede enfocar la diversidad de situaciones africanas mediante la aplicación de fórmulas estándar.

Los donantes deben examinar cuidadosamente cómo está actuando cada país según su propio pasado y su futuro potencial. La mayoría de los países africanos, si se les mide de acuerdo con las políticas que seguían hace una década, ha roto radicalmente con sus objetivos anteriores. Políticamente, muchos están cambiando para acomodarse a las nuevas presiones internas de pluralismo. Por supuesto, la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (ECA) reconoció ingenuamente en un documento político hace un año "la penetrante falta de democracia" como causa principal de la crisis económica del continente.

África se encuentra en medio de un profundo cambio económico y político. Muchos países han demostrado su seriedad al abordar sus crisis iniciando acciones que exigen grandes sacrificios de sus habitantes y que suponen grandes riesgos para los Gobiernos que las han adoptado.

Lo que tales países necesitan es menos -y no más- condiciones y más, mucha más ayuda. Sus reformas económicas jamás tendrán éxito sin ese apoyo, y la democratización que están exigiendo los donantes jamás podrá tener lugar en un clima de privaciones e inestabilidad extremas, que es lo que ahora impera en la mayoría de los países africanos. Se podría empezar por aliviar la atroz deuda exterior de África, dado que los fondos que supone son minúsculos comparados con las necesidades de naciones como las de Latinoamérica.

keniano, es director de la publicación de las Naciones Unidas Recuperación Africana.

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