Más sobre el Golfo
Es una suerte que tengamos un intelectual de la talla de Savater (véase El 23-F de Sadam Husein, EL PAÍS, 16 de septiembre pasado), capaz de tomarse la molestia de bajar a la arena y repartir unos justos fustazos ideológicos a tanto palurdo como aparece en cuanto salta la menor crisis petrolera de jarroncito Ming. Gracias a él se va pudiendo encarrillar a esos escribidores empeñados en resucitar agónicos marxismos a la primera de cambio o empecinados en que las buenas causas sólo pueden ser espíritus puros de liberación nacional, religiosa o revolucionaria. Son esos intelectuales que en su rancia hidalguía que repudia todo lo que huele a dinero desconocen por ello, según denuncia el sagaz Savater, que lo económico es algo más que el arte de embolsarse el producto del sudor ajeno; tan ignorantes son. Por lo que últimamente ha aparecido de intelectual en EL PAIS, sólo se podría estar refiriendo a los C. París, V. Muñoz Molina, M. Vázquez Montalbán y ya, explícitamente, al neofundamentalista R. Garaudy, el más peligroso para Savater. Sólo se salvaría del varapalo el ínclito senador Granado, del PSOE, con quien viene curiosamente a coincidir en que los arriba mencionados y otros que tal lo reducen todo a ver abyectos vasallajes a Estados Unidos y otros demonios desde ridículas dignidades a la cubana y sólo aciertan a proponer para España sospechosas neutralidades franco-fascistas o suizo-egoístas. Sin término medio.Y en plena euforia se pregunta qué sería más deseable: si extender los beneficios del capitalismo a todo el mundo u organizar un zafarrancho universal para ver si sale algo bueno de una petición de plan Marshall planetario. íToma ya! Es como aquellos griegos antiguos convencidos de que era posible extender los indudables beneficios de su ciudadanía (entre otros, la posesión y disfrute de esclavos) a todo el mundo, incluidos los esclavos, claro está. Casi casi tan progresista como el Papa proponiendo que la solución es que cada rico ayude por las buenas a 99 pobres. 0 sea, que to er mundo e güeno para Savater, menos los intelectuales españoles y Roger Garaudy.- Pedro Prieto Pérez. Madrid.
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