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Tribuna
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Cono Sur

A pocos días del rescate del cadáver de Allende, llego a Montevideo, capital en otro tiempo del Cono Sur de la infamia. Casi 20 años después de aquella solución final urdida por el Departamento de Estado, la CIA y los poderes oligárquicos y militares locales, los balances más benévolos hablan de que a Chile, Argentina, Uruguay, incluso Brasil, llegó la democracia. Y es cierto, si se tiene en cuenta el lógico posibilismo de Alfonsín cuando dijo: "A veces se comprende que la diferencia que hay entre dictadura y democracia formal es la misma que hay entre muerte y vida".No voy a poner, pues, peros a la vida, pero sí a felicitar a los que urdieron aquel plan de muerte, tortura y persecución porque su éxito estratégico fue total. Hicieron retroceder la lucha por la emancipación de América Latina casi a posiciones de partida, con el valor añadido de poblaciones prudentes, educadas en el santo temor a la picana, a la diáspora, a la desaparición, a la muerte. Y muchos de los que hoy sonríen en los balcones presidenciales e incluso se prestan a rendir honores al cadáver del izquierdista sacrificado por el golpismo estuvieron cara con cara, codo con codo, culo con culo con el golpismo, ese mismo golpismo que ahora les ha regalado la condición de restauradores de la democracia.

Pero es cierto. La han restaurado. Ya no se tortura y se permite hacer el censo de los asesinados y los torturados e incluso se pronuncian frases como: "Un pueblo que olvida su historia está condenado a volverla a sufrir". Una vez en su sitio los muertos más exhibibles y hecho el inventaria de los que no tuvieron donde caerse muertos, todos estos datos serán guardados en el archivo donde constan los hechos que no deben volver a repetirse. Y para que no se repitan hay que sonreír, dar la mano, agradecerle que haya cambiado de compañeros de cara, codo y culo a esta oligarquía civil que siempre tiene la historia que se merece.

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