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FERIA DE ALBACETE

Algunas figuras se asustan de las exigencias

Las malas lenguas de los taurinos van extendiendo el bulo de que en la plaza de Albacete se exige demasiado, por lo que algunas figuras se asustan y se caen del cartel. Ya ocurrió con Cepeda y ayer se descolgaron Ortega Cano y Fernando Lozano, sustituidos por Tomás Campuzano y Enrique Ponce. Son varios los prebostes y empresarios que han declarado aquí lo mismo. Otros apoderados coinciden, aunque sus poderdantes hayan salido después a la plaza. Lo peor es que el concejal de Asuntos Taurinos del Ayuntamiento, propietario del bello coso mudéjar, Juan Ponz, coincida con ellos, sea más papista que el Papa y obstaculice la presencia de diestros locales en estas sustituciones. Él quiere figuras.Las figuras no vienen, y los que vienen poco hacen por demostrar tal condición. De ellos, sólo Roberto Domínguez ha cortado orejas, lo que también logró un espada local de valor justito y que llevaba tres años sin torear. Pese a lo cual Manuel de Paz realizó lo más enjundioso y artístico del cielo. Así está la fiesta.

Garzón / Domínguez, Campuzano, Ponce

Tres toros de Juan Andrés Garzón y, 1º, 5º y 6º de Fermín Bohórquez, desiguales de presencia y juego. Roberto Domínguez: estocada desprendida (palmas estocada desprendida (oreja). Tomás Campuzano: dos pinchazos, media estocada, media estocada tendida y cinco descabellos; aviso (pitos); estocada caída (vuelta al ruedo con algunas protestas). Enrique Ponce: pinchazo hondo atravesado y estocada caída; aviso (silencio); pinchazo, estocada y descabello (ovación).Plaza de Albacete, 13 de septiembre. Quinta corrida de feria. Tres cuartos de entrada.

El remendado encierro no fue para asustar a nadie, sino que estaba en la catadura del bicorne moderno. Con este material destacó Domínguez en el cuarto, al que inició la labor con la flámula con arriesgados pases sentado en el estribo, para alborear después redondos y naturales fáciles y templados, hasta que las fuerzas del animal flaquearon. Ninguna maravilla, pero suficiente para que el público, ayuno de calidades y harto de pegapasistas a granel, le solicitara el trofeo.

Este buen ritmo llevaba la faena de Ponce al galafate sexto. Su pinturería y cargazón de la suerte se fueron diluyendo también a la par que las fuerzas del morlaco. Ponce, relajado y sandunguero, hubo de conformarse con rozar el triunfo. Suya fue la culpa de no alcanzarlo en el bravo tercero, que derribó y recibió seis puyazos. Su casta le mantuvo en pie y llegó codicioso y geniudo al último tercio. Pero a Ponce le faltó mando, temple y ligazón.

Peor estuvo Tomás Campuzano en el quinto, que embestía con nobleza. Campuzano le realizó una lamentable faena superficialota. Al escurridillo tercero le trajinó de idéntica forma, como Domínguez al grande y maulón que abrió el festejo.

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