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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El modelo ruso de transición

EN LA República de Rusia, por iniciativa de Borís Yeltsin, la transición hacia la economía de mercado entra en una fase de realización. Sin esperar a las decisiones del Parlamento de la URSS, el legislativo ruso ha empezado a debatir el plan preparado por la comisión encabezada por el economista Shatalin, el más radical de los que han sido elaborados en el curso del verano. En él se prevé una privatización de los medios de producción hoy en manos del Estado, una apertura a las inversiones extranjeras y una liberalización de los precios, para que, en el plazo más breve posible, la dinámica económica, escapando a las normas dictadas por los órganos estatales, funcione según las leyes del libre mercado.El objetivo prioritario del plan es hacer frente a un deterioro incontenible de la coyuntura, incluyendo carencias angustiosas en el abastecimiento de la población, después de varios años en los que, en el terreno económico, la perestroika ha sufrido reiterados fracasos a causa de las indecisiones de un Gorbachov reticente -a pesar de sus audacias en otros campos- a poner fin a la inoperante planificación burocrática.

Esta iniciativa de Rusia se hace en un marco en el que las tesis favorables a un paso rápido a la economía de mercado predominan ya en las otras repúblicas de la Unión, en los órganos municipales de las grandes ciudades e incluso en los círculos más próximos a Gorbachov. El propio Shatalin, inspirador de la reforma que discute el Parlamento de Rusia, forma parte del Consejo Presidencial de Gorbachov.

No es exagerado decir que las posiciones de los conservadores, empeñados en proteger la vieja estructura estatal en la que se basaban los privilegios de una amplia capa de aparatchiki, han sufrido en los últimos meses una seria derrota. La experiencia ha demostrado hasta la saciedad que los primeros brotes de una economía libre, con un dinamismo propio, están amenazados por el enorme aparato de ministerios y oficinas burocráticas. La idea de que un paso gradual permitiría evitar males mayores para la población ha resultado errónea. La gradualidad se traduce en prolongación del caos y la ambigüedad, con un sistema viejo que ya no funciona, y con los primeros pasos de lo nuevo asfixiados y sin poder despegar.

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Por eso se impone ahora la visión de un avance hacia el mercado sin vacilación. Sería erróneo creer que la iniciativa tomada por Rusia supone una ruptura entre Yeltsin y Gorbachov. Entre ellos ha habido un acercamiento en los últimos meses. Siguen adelante los trabajos de la comisión encargada de establecer un mismo plan de reforma económica en Rusia y en el conjunto de la URSS. Pero todo indica que en la concertación ganarán las tesis radicales, lo que acarrearía la dimisión del jefe del Gobierno, Rizhkov, empeñado en defender una evolución lenta.

Pero existe un problema de mayor envergadura: el cambio que se ha producido en la distribución del poder. Hoy, en el terreno económico, el Parlamento de Rusia representa, y decide, mucho más que el de la URSS. Lo mismo ocurre en otras repúblicas en la medida en que hacen uso de la soberanía que han proclamado. Los hechos determinan que los órganos centrales de la URSS sufran una merma de poder. La URSS se está convirtiendo en la práctica, antes de que lo legalice el nuevo Pacto de la Unión que prepara Gorbachov, en un sistema confederal con enormes poderes en manos de las diversas repúblicas. Dos factores Son decisivos en esta evolución: el peso enorme de Rusia en el conjunto de la Unión Soviética, y la política que Yeltsin, como presidente ruso, está realizando. Y el hecho de que los parlamentos de las repúblicas cuentan con el respaldo de unas elecciones populares relativamente recientes. El Kremlin no tiene otra vía que el compromiso y la conciliación en los casos de desacuerdo. Es algo totalmente nuevo en la historia soviética -y de la vieja Rusia-, pero que se está instalando en las costumbres.

Dos cuestiones quedan, sin embargo, abiertas con vistas al futuro. ¿Cómo va a reaccionar la economía extenuada de la URSS a las medidas radicales que deberían darle nuevo vigor? Ello dependerá en gran medida de la actitud de los países occidentales, cuya ayuda y cooperación es esencial. Y, por otra parte, ¿hasta qué punto Gorbachov podrá combinar su protagonismo en la escena internacional con esa pérdida de poder en la politica interior? Algunos consideran que h a sido una suerte que la actual descentralización permita a una persona como Yeltsin forzar un cambio económico necesario para la URSS. Una suerte incluso para Gorbachov, que, menos comprometido en los problernas económicos, puede dedicarse más plenamente a la política exterior.

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