Una extraña incompatibilidad
¿Es incompatible torear con pureza y figurar en los primeros lugares del escalafón? La pregunta no se hace a efectos teóricos, pues parece evidente que no debería ser incompatible. Sin embargo, la praxis parece responder a la pregunta afirmativamente. Ahí tenemos el caso de Roberto Domínguez, que, cuando empezaron a rifárselo las empresas empezó a torear con ventaja. En Linares lo advertimos claramente en Finito de Córdoba. La verdad y la pureza de su toreo de la pasada temporada poco tiene que ver con el toreo mixtificado, aunque brillante, que llevó a cabo en Linares. Y decimos brillante porque al público así le pareció por el calor con que acogió la faena. Para los toreros rige la máxima pirandeliana de "así es si así os parece". Probablemente, no se pueden torear 80 novilladas sin aliviarse. Toreó sobre ambas manos con temple y larga trayectoria, pero casi siempre embarcaba en el pico de la muleta, que sacaba el novillo hacia fuera. Excepción fueron los pases de pecho, en donde hubo mucha más autenticidad.Su primero, inválido, se cayó por penúltima vez en banderillas. Cuando se levantó se había roto una pata. No había otra cosa que hacer que matarlo, lo cual no era fácil, pues cuadrarse a tres patas resultaba para el novillo un equilibrio difícil.
Fernández / Finito, Jesulín, Chamaco
Novillos de Atanasio Fernández, terciados, sospechosos de pitones, blandos, bravos y 1º y 2º (éste, sobrero). Finito de Córdoba: tres pinchazos, estocada que asoma y dos descabellos (pitos); estocada y cinco descabellos (ovación). Jesulín de Ubrique: media -aviso-, pinchazo y dos descabellos (palmas); media y descabello (dos orejas); salió a hombros. Chamaco: estocada corta caída (silencio); estocada (silencio). Plaza de Linares, 31 de agosto. Cuarta y, última corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
El segundo fue otro inválido que el presidente devolvió. El sobrero tenía muy poca fuerza y esa carencia de agresividad restaba mérito a la labor de Jesulín de Ubrique, que consistió en darle muchos pases de escaso relieve.
Al quinto lo toreó con desigual limpieza, tanto con una como con otra mano. El público estaba frío. Empezó a caldearse cuando le dio dos circulares abrazado a los costillares, y llegó al paroxismo cuando le citó al novillo, en dos ocasiones, con uno de los pitones apoyado en los alamares, de la taleguilla. Número meritorio y de riesgo indudable, pero de excasa relación con el arte de torear.
A Chamaco le tocó un novillo, encastado, bravo, al que le dio muchos muletazos sin gobierno, generalmente aprovechando el viaje. En ningún momento hubo sosiego en la faena. El sexto era mansurrón, y Chamaco le daba un pase en Linares, otro en Úbeda y el tercero en Baeza. Recorrió toda la plaza sin ningún provecho.
Si saliera un torero que hiciera compatibles la pureza y el fiderazgo, acababa con el cuadro.
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