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COLMENAR VIEJO

Novillada decepcionante

La expectación creada por un fes tejo con los novilleros punteros se transformó en decepción, porque las recatadas embestidas de los animales de La Cardenilla no fueron aprovechadas por la tema de novilleros punteros. Uno de locuales, Finito de Córdoba, fue baja por enfermedad y sustituido por Rafael González Chiquilín.

Pasión hubo poquita. Tan sólo Chamaco hizo por alumbrarla, y no llegó a conseguirlo En su primero dio unos lances de recibo de cierta estima, rematados con tres chicuelinas muy aplaudidas por los espectadores Y después, con la muleta, tras brindar al público y realizar el número de lanzar la montera al estribo de la barrera, abrió la faena con una tandas de redondos ejecutados rodilla en tierra, que resultaron muy vibrantes y calaron mucho en los espectadores. Una vez de pie sobre la arena, no terminó de acoplarse a un novillo que fue quedándose y que era menester templar.

La Cardenilla / Jesulín, Chiquillín, Chamaco

Novillos de La Cardenilla, bien presentados, de juego desigual y flojos. Jesulín de Ubrique: ovación; silencio. Chiquilín: ovación; silencio. Chamaco. leve petición; silencio. Plaza de Colmenar Viejo, 26 de agosto. Segunda de feria. Tres cuartos de entrada.

Mixtura sui géneris la de Chamaco, que empieza tremendista, quiere continuar clásico, y finaliza con sus particulares molinetes de rodillas. Sale de la cara del morlaco muy forzado. En el sexto, novillo serio que tomó cuatro puyazos y que luego sería noble en la muleta, empezó doblándose con eficacia y después repitió, con un poco más de sosiego, la faena de muleta del tercero; sin olvidarse el número de la montera en su representación.

Chiquilín toreó a sus dos novillos con seriedad y cierta tristeza. Tiende al codilleo, pero tiene temple. Los pases de pecho gusta de rematarlos en la hombrera contraria. En su primer novillo salió rebotado al entrar a matar, se fue por derecho y se quedó en la cara, recibiendo un fuerte pitonazo. En el quinto estuvo algo perfilero, dando la impresión de querer hacer las cosas bien.

Jesulín de Ubrique llegó a las cercanías de Madrid con su alternativa en ciernes, y tuvo mala suerte con sus novillos. El primero era noble, cómodo de cabeza y tan suave que no le permitió interpretar su toreo del parón. Acabó de pinchazo y buena estocada. Su segundo era un invalido al que tuvieron que ayudar a recuperar la vertical en dos ocasiones y no se dejó nada de nada.

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