Toreros y afición llegaron el último día
El bilbaíno coso de Vista Alegre casi se llenó ayer, última corrida de la feria, y el público que había allí era distinto al de días anteriores. O sea, que hubo relevo, y bendito sea el relevo. Pues ese público nuevo de ayer -a lo mejor era viejo; el de toda la vida- no se limitaba a estar en la plaza con cara de circunstancias y aplaudir hasta una mosca que pasara; ese público nuevo o acaso viejo aplaudía pero pitaba también, estaba pendiente de cuanto sucedía en el ruedo y le daba la gana de emitir sus opiniones. 0 rompía a reir, como habría roto a llorar de darse el caso -afortunadamente no se dio, porque los toreros supieron librar sin daño los guadañazos de los Miura- y si procedía cantar, cantaba también. Es decir, que el nuevo-viejo público de ayer en Vista Alegre vivía la corrida, como siempre fue normal en una plaza de toros.Ocasión de cantar se produjo con motivo de la invalidez del sobrero, que rodaba continuamente por la arena. No sólo con motivo de la invalidez del sobrero: el Miura al que sustituyó estaba igual de inválido y los anteriores también. Es decir, que la invalidez del sobrero fue aquello de la gota de agua que rebasa el vaso... Y la gente fue y se puso a cantar La vaca lechera, bien acompañada de banda que se lucía en las localidades altas con brillante sonar de bombo y trompetería.
Miura / Manili, Campuzano, Cuéllar
Cinco toros de Eduardo Miura, grandes, inválidos, de feo estilo, broncos 12 y 32; 5, sobrero de Murube, con trapío, inválido absoluto. Manili: estocada delantera (ovación y salida al tercio); bajonazo descarado y dos descabellos (aplausos y salida a los medios). Tomás Campuzano: estocada corta (oreja); estocada y rueda de peones (silencio). Juan Cuéllar cuatro pinchazos, estocada ladeada, descabello -aviso con retrasoy otro descabello (ovación y también pitos cuando sale al tercio); tres pinchazos y estocada caída (vuelta). Plaza de Vista Alegre, 26 de agosto. Novena y última corrida de feria. Cerca del Heno.
Miuras inválidos, salieron ayer. Miuras de un puyazo. Antes del puyazo, ya se caían, y después del puyazo, se desplomaban. Pero no a la manera de días anteriores en la feria, que los toros se desplomaban igualmente y acababan borregos. Los miuras de ayer acababan como lobos de la estepa y algunos con ideas asesinas. El de peores ideas asesinas correspondió a Juan Cuéllar en primer lugar y aunque en vez de embestir regateaba para cogerle por la ingle, Cuéllar no se dejó y además le intentó naturales y derechazos, poniendo en el empeño un pundonor y una valentía impresionantes.
Juan Cuéllar pudo desquitarse en el sexto. No es que el sexto tuviera calidad alguna, pero en comparación con el tercero lo parecía y Juan Cuéllar le hizo una faena más propia de diestro veterano que de espada bisoño -cual es el caso por lo bien que la construyó, en los terrenos adecuados y dando las distancias precisas. Mató mal y perdió un triunfo sonado. Llega Juan Cuéllar a matar a sus toros según mandan los cánones, y se proclama, ipso facto, triunfador de la feria de Bilbao.
Coraje y torería tuvieron, cada cual en su medida Manili y Tomás Campuzano. Éste con lote más fácil (en el que entraba el sobrero de La vaca lechera), aquel con lote equilibrado -un Miura pregonao y otro manejable-, pisaron terrenos comprometidos, sacaron los. pases pertinentes, estuvieron siempre muy por encima de las posibilidades de sus enemigos. Es decir, que también los toreros verdaderos llegaron al final de la feria. Seguramente la afición bilbaína lo sabía de sobra y por eso en dias anteriores cedió su sitio al público aplaudidor. Y acertó, pues, bien mirado el asunto, la famosa feria de Bilbao empezó y terminó ayer, y así, con una sola comparecencia, la vio entera.
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