"El político no debe ejercer bajo sospecha"
No se puede decir que Pilar Miró esté tranquila, porque ese adjetivo no va con ella. La conversación, pues, es queda pero entrecortada: ella no es una mujer de muchas palabras. Aunque, como directora de cine que es -ahora trabaja en la adaptación de Beltenebros, la novela de Muñoz Molina, y dice que eso la salva de la soledad-, sí cuida mucho las imágenes. La suya hoy es la de una mujer decepcionada y amarga a la que la hostilidad de la gente, según ella misma dice, la ha sorprendido y la ha perturbado.Pregunta. Usted ha sido procesada por haber justificado gastos de compras que tenían un destino de uso personal. En los últimos tiempos han surgido informaciones que aseguran que eso lo hacen otra autoridades del Estado, concretamente el presidente del Tribunal Constitucional, ¿Ve equiparación entre su caso y los otros?
Respuesta. Yo no hago valoraciones particulares. Lo que me gustaría saber es cuál es el criterio de todos los interventores de todas las empresas públicas del Estado; si todos, cuando hacen una auditoría, se guían por el mismo criterio y quién lo marca. Son criterios subjetivos y por tanto discutibles. Nadie se ha molestado verdaderamente en saber lo que ha pasado, y nadie sabe de lo que habla. ¿Qué es lo que ha pasado? Que una interventora delezada dijo que no estaba de acuerdo con respecto a las facturas que justificaban los gastos, porque no había antecedentes. A mí me parecía mas razonable justificar los gastos con las facturas en lugar de con certificados.
P. ¿Antes se justificaba sin facturas?
R. Sí. En RTVE se presentaban certificados de gastos sin justificar con el consentimiento de la misma interventora. Desconozco el criterio que siguen otros interventores delegados en la Administración del Estado durante los últimos 15 anos. Pero me gustaría conocerlos.
P. ¿Por qué cree entonces, que su caso es tan particular?
R. Lo ignoro. No tengo todos los datos. Tengo intuiciones.
P. ¿Qué razón cree que hay detrás de las primeras denuncias que se hacen contra usted?
R. Incluso antes de las primeras denuncias: la razón es la destrucción de una persona que perturba. Que perturba los planes de otro. De otro o de otros.
P. ¿En qué consistía su perturbación?
R. En que yo quería producir, informar. Y lo hice. No me perdonan. Había que sanear una gestión, un modelo de empresa, un proyecto informativo y cultural.
P. ¿Cuáles fueron sus propios errores?
R. Ignorar al enemigo. Pensar que la política era más noble. Le recuerdo que en mi haber hay bastantes más aciertos que errores. Pero nadie me pregunta por ellos.
P. ¿Y cuándo empezó a actuar ese enemigo que usted no quiere nombrar?
R. El mismo día en que yo ejercí. Mi confrontación fue diaria, hora a hora. Ese hecho (el caso de los trapos) fue el más mezquino. Quizá no debí tirar la toalla, visto que no es una práctica considerada. Ante ejemplos posteriores mi actitud fue la de una adolescente.
P. ¿A qué ejemplos se refiere?
R. A muchos: el último es el de Rodríguez Colorado. Si se cometen errores se deben paliar con gestos. Un político no debe ejercer un cargo bajo sospecha, aunque el partido y el Gobierno corran un estúpido velo. Y la prensa, por cierto.
P. ¿Sus gestos fueron suficientes?
R. Excesivos.
P. ¿Los puede enumerar?
R. Decir una y otra vez lo que nadie ha querido escuchar: que hubo una discrepancia de criterios entre la Intervención Delegada y yo con respecto a la naturaleza de los gastos justificados; que hice lo que dictaminó la Intervención General del Estado, que era ingresar cuando lo dijo la cantidad que se me dijo con objeto de subsanar esa discrepancia; dimitir, y darme ¡No he pedido perdón. Ni pienso.
P. Hecho esto, ¿por qué cree usted que sigue el proceso?
R. Cuando algo sigue es porque nadie lo para. Falta de valor.
P. ¿Cómo juzga la actitud del PSOE respecto a usted como persona, como política y como militante?
R. Cuando menos, hipócrita y deshumanizada. Es mejor decir: "No nos gustas nada, lárgate". Dar la cara.
P. ¿Incluye en ese juicio a Felipe González?
R. Estamos hablando de un partido, un aparato, no de individualidades.
P. ¿Cuál es ahora su estado de ánimo?
R. Cansancio. Estoy muy cansada.
P. ¿Se ha sentido sola en este tiempo?
R. Profundamente. Pero la soledad no me es ajena. Y es sórdida.
P. ¿Ha visto de nuevo a Felipe González desde que surgió su caso?
R. ¿Y eso a quién coño le importa? Mis relaciones personales son privadas.
P. ¿Qué juicio emitiría sobre el partido que ha dejado?
R.Hay una evolución acelerada de la práctica política, de las conductas sociales, de los procedimientos de presión, de la participación del pensamiento (de la no participación), que están conformando este país en algo que no era lo que algunos habíamos pensado que iba a ser. Yo creo que gran parte de la responsabilidad del deterioro en que parece que vivimos es del partido en el Gobierno por el mero hecho de que gobierna en mayoría desde hace ocho años. Pero son análisis que hay que hacer siempre con perspectiva, sin enjuiciar el día a día, sobre todo porque es tan penosa la impresión, que te puede llevar a una idea excesivamente negativa y no es eso. Éste no es el país con el que yo soñé en 1975, en 1977 y en 1982. No deseo, ni anoro, naturalmente, el anterior.
P. ¿Qué funciona mal en el cine?
R. Hay una degradación de planteamientos. Falta capacidad de riesgo, de invención, salvo alguna honrosa excepción. La capacidad de crear está diezmada. A mí me gustaría entender cómo es posible que hayamos peleado tanto para que en el año 1990 la producción cinematográfica de este país sea inexistente y para que las cadenas de televisión -públicas y privadas- porfien en una oferta degradante.
¿A esto hemos llegado? ¿Cómo mi generación, que se ha pasado años reivindicando la libertad de expresión, la libertad de mercado, la libertad de creación, el fin de los monopolios, permite esto? Uno lee la prensa, cuando se levanta, mira la oferta de cine, teatro, música, y enciende el televisor. ¿Y para no cortarse las venas? Después uno se pregunta dónde está el error, en qué momento se ha roto la Ilusión.
P. ¿Por qué cree que tuvo tanto interés Semprún en cambiar sus directrices?
R. Es comprensible que él pensara que la situación de la industria española fuera como la que él conocía, la francesa, y que por tanto el sistema de ayudas a la producción era innecesario, que si se eliminaba florecerían unas empresas sólidas y competitivas. Pero le faltaban 30 años de experiencia. Se equivocó. Los nefastos resultados durarán años irrecuperables.
P. ¿Y del otro sueño frustrado, la televisión, qué puede decir?
R. Colabora al deterioro y a la degradación. No puedo resumir. El tema me daría para un seminario.
P. ¿Usted lo hacía mejor?
R. Sin duda. Basta con hacer un análisis comparativo: antes, durante y después.
P. La gente dice que a usted le pierde el carácter. ¿Cómo es su carácter?
R. Espero que alguna vez se empiece a hablar de lo que me gana el carácter. Yo soy una persona normal, con una etiqueta sobre mi mal carácter hasta el punto que cuando se dicta un auto de procesamiento no se procesa a un ciudadano sino a un ciudadano con mal carácter. ¿Será que la ley se aplica de manera diferente según el carácter? Tengo mal carácter, sí: lo alterno, sin embargo, con momentos en que soy cautivadora. Como todo el mundo.
P. ¿Cree que ha cambiado la opinión pública con respecto a usted a raíz de la petición fiscal de condena?
R. No. La actitud de la calle es hostil.
P. ¿Qué le preocupa más del futuro del proceso? ¿La cárcel, si se produce?
R. Me preocupa mi integridad. Mi fortaleza.
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