Madres gitanas del cante
Cada una hizo lo que podía esperarse de ella. Encarna cantó los estilos de la tierra con fuerza, con garra, poniéndoles ese deje gitano que sólo ella sabe poner. Juana hizo su cante fresco y espontáneo, y su baile siempre llamativo, con esos pololos que le llegan hasta debajo de la rodilla, cante y baile llenos de ternura y algo así como una inocencia elemental. La Fernanda cantó por soleares como sólo ella sabe hacerlo, con toda la sabiduría de sus ancestros inmemoriales, la cultura en la sangre, que decía Federico. Y Paquera de Jerez salió pegando gritos a diestro y siniestro, poniendo al personal en vilo.Y lo pasamos en grande, la verdad. Encarna es, sin duda alguna, la gran cantaora de esta tierra, quizá la mejor de todos los tiempos que haya surgido por aquí. Las dos Lámparas Mineras, más otros premios varios, que ganó en distintas ediciones del festival, no hicieron más que rubricar su clase extraordinaria en estos estilos. Pero además resulta que esta noche cantó con especial entrega, con pasión, quizá consciente de las grandes cantaoras que iban a salir detrás, y puso a la audiencia al rojo vivo.
30º Festival Nacional del Cante de las Minas: homenaje a la mujer cantaora
Cante: Encarnación Fernández, Juana la del Revuelo, Fernanda y Pepa de Utrera, Paquera de Jerez. Toque: Antonio Fernández, Manuel de Paula, Moraíto Chico. Baile: María del Mar Berlanga, con Antonio Saavedra y Manuel Soto al cante y JoséLuis Postigo al toque. La Unión (Murcia), 15 de agosto.
Al rojo vivo la mantuvo Juana, en vena festera, y con ella la noche se convirtió en un jolgorio tealmente gratificante. Porque la del Revuelo tiene como nadie el sentido para transmitir su propio entrañamiento con lo jondo, esa transmisión que arrebata por tangos y por bulerías y que por fandangos puede llegar a lastimar.
La Fernanda fue la Fernanda, y con eso queda dicho todo. Nadie canta como ella por soleal y quizá nadie lo haya hecho nunca. Se trajo con ella a la Pepa, su sobrina, quien además de no salirse del cuplé ya no está en edad de exhibir la lencería, y sin embargo lo hizo con reiteración digna de mejor causa.
Y, por último, la Paquera rompió el cuadro, como suele decirse. Cantó mal, pero con esa fuerza suya absolutamente avasalladora, y se metió al personal en el bolsillo sin dejarle respiro para aquilatar las excelencias o deficiencias de su cante.
Tres guitarristas especialmente dotados para acompañar el cante -Fernández, Palma y Moraíto- contribuyeron al deleite general, y María del Mar Berlanga -bailó con elegancia y calidad por tarantos y por soleares, aunque quizá se embarulla algo cuando acelera el ritmo.
Babelia
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