¿Barajas? No, gracias...
Algo de alegría dentro de mí toma efervescencia al ir a recibir a familiares o amigos a un aeropuerto que debo reconocer deja mucho que desear. Llegamos temprano y quisimos tomar un café con un amigo que había llegado hace unos meses; la cola para entrar en la cafetería era tan larga como las que hago para hacer la compra, y dada la no urgencia de alimentarnos, desistimos. Decidimos ir a la sección de vuelos nacionales, donde nuestro amigo nos invitó y tuvimos que prestarle dinero (es una forma de decir). Seguidamente no encotrábamos un lugar cómodo porque la entrada del sol por los grandes ventanales, sin cortinado, era agobiante, y el aire acondicionado en otro lugar solicitaba un jersey. Recibimos a nuestro amigo y nos dirigimos a nuestro coche; cargamos maletas y demás e hicimos cola para la salida, soportando el calor, la ansiedad y la mala educación de otros conductores en la misma situación, sin respetar posiciones ni exposiciones. La salida tuvo lugar después de una hora de habernos montado en nuestro coche. Preguntamos al encargado si se tenía en cuenta él tiempo que habíamos estado allí, y dijo que sí pero que él no por hacer nada. Yo creo que no ese señor, pero sí hay otros que deben hacer algo. Si no, seguiremos diciendo: "¿Barajas? No, gracias..."-
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