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Crítica:39º FESTIVAL DE SANTANDER
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una ópera de Haydn en versión pura

Por muy brillantes y hasta sensacionales que puedan ser otras manifestaciones del 39º Festival Internacional de Santander, ninguna superará en belleza, veracidad musical y sensibilidad artística de alta categoría a la audición de la ópera Orfeo y Eurídice. de Haydn.

L 'ánima del filósofo, o también Orfeo y Eurídice, fue compuesta por Haydn en 1791, es decir, el mismo año de la muerte de Mozart, y, a pesar de las dudas que puedan existir sobre algunas de sus partes, constituye un ejemplo del gran aliento vocal, verdaderamente virtuosista en ocasiones, y de la honda emoción alcanzada por un teatro musical persistentemente olvidado con todo y llevar el nombre de Haydn como autor.

Obra de gran dificultad y, sobre ello, necesitada de un pensamiento interpretativo de gran rigor musical, tuvo una versión tan pura como expresiva por parte del conjunto dirigido por Helmuth Rilling, la misma que, después de ser aplaudida en Santander, escuchará la melomanía internacional de Salzburgo.

La orquesta procede de Berlín Oriental, lleva el nombre de Felipe Manuel Bach y está encuadrada en el marco de la Opera Nacional Alemana. El coro de Stuttgart es el fundado por Rilling en 1954, y los solistas alcanzaron un nivel individual y general de valor inestimable.

La soprano Pamela Coburn, que posee una voz de precioso color, hizo alardes de ligereza en los pasajes de coloratura, emparentados con algunos de la Flauta mágica, de Mozart, y conmovió a todos en el lamento final, digno sucesor de los de Ariadna o Dido. Otra soprano, extraordinariamente ágil y dotada de muy buenos acentos dramáticos, Sylvia Greenberg, hizo el Genio, mientras el tenor Uwe Heilmann superó con gran inteligencia y técnica dominadora las dificultades de su parte, que, a veces, parece escrita para una soprano de coloratura.

La nobleza de voz y acento del barítono Alan Titus, en Creonte, y la grave comunicatividad del bajo Oliver Widmer, en Pluto, completaron una distribución perfectamente impostada por Rilling en la acción musical del coro y la orquesta.

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