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GUERRA EN EL GOLFO

Sectores militares españoles abogan por producir armas químicas

Miguel González

España se adhirió, en 1929, al protocolo de Ginebra que prohibe el uso de gases axfisiantes y tóxicos. Ello no impidió, sin embargo, que el Servicio de Guerra Química, ubicado en La Marañosa (Madrid), siguiera fabricando cloro e iperita. Durante la guerra civil, Franco creó el Regimiento de Defensa Química de Ávila, que se trasladó a Santander en 1955 y fue disuelto en 1979. En 1981, se suprimió también la Jefatura de Defensa ABQ; mientras que en 1987 fue definitivamente creada la Escuela Militar de Enseñanza NBQ (Nuclear Bacteriológica Química), en Carabanchel (Madrid).El Gobierno español apoya sin reservas la firma de un tratado universal que prohiba no sólo el uso sino también la producción y almacenamiento de armas químicas. Oficialmente, España carece de este tipo de armamento y la instrucción que reciben las Fuerzas Armadas, insuficiente por otra parte, según los expertos, se limita a misiones de defensa ante un ataque con estas sustancias: detección de los gases, protección frente a los mismos y descontaminación de la zona afectada.

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Disuasión química

No todos los militares están de acuerdo, sin embargo, con la renuncia a la producción de armamento químico. Algunos defienden la necesidad de que España tengan un arsenal de agentes agresivos, basándose en la ineficacia de los acuerdos suscritos hasta ahora para a su erradicación. Es raro, sin embargo, que estas doctrinas salgan a la luz pública, pese a que en medios militares se detecta una preocupación cada vez mayor, que sin duda se verá incrementada con el conflicto del Golfo, por esta forma de guerra.

Los puntos de vista de los defensores de la producción de armas químicas quedaron, sin embargo, reflejados en un articulo publicado en junio del año pasado por la Revista General de Marina, en el que el capitán de Infantería de Marina Jaime López Crespo defendía la denominada disuasión química. "Dentro del marco de una operación aislada", explicaba, "una finalidad primordial debe ser el impedir, a nuestro enemigo potencial y directo, la posible ayuda exterior (caso de que no tuviese su propio arsenal químico), de tal forma que le asegure que tenemos una capacidad de represalia, la cual sea suficiente para hacer que este adversario olvide la idea de empleo de armas químicas".

Otro objetivo, no menos importante, para el capitán López Crespo, es "colocar a sus tropas ante la certidumbre de sufrir pérdidas químicas y, al obligarlas a pelear con el traje de protección, disminuiríamos su capacidad de combate a unos niveles ciertamente ventajosos para nosotros".

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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