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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Bajo cuerda

EL PRESIDENTE de la República Francesa, François Mitterrand, amnistió la pasada semana a cinco terroristas proiraníes que cumplían cadena perpetua por un sangriento atentado cometido hace 10 años en el aeropuerto de Orly, en el que dos personas perdieron la vida. La amnistía, concedida en vacaciones, días después de los indultos del 14 de julio, ha suscitado encendidas polémicas en la opinión pública.La medida estaba en boca de todos los comentaristas políticos desde hace meses, e incluso años. En las elecciones presidenciales de 1988, los amigos de Mitterrand insinuaban que su principal oponente, Jacques Chirac, estaba efectuando un mercadeo bajo mano para obtener la libertad de los rehenes franceses en Líbano a cambio de la posterior liberación de estos cinco terroristas. Ahora, en cambio, es el presidente Mitterrand quien les gracía, sin que exista una presión ni interior ni exterior, como sucedió con el caso de los rehenes. Aparentemente, dos son las razones de esa iniciativa: la mejora de las relaciones con Irán, que ha exigido reiteradamente la liberación de estos presos, y la posibilidad de que el gesto francés abra las puertas de las mazmorras a los otros rehenes, principalmente norteamericanos, que todavía permanecen secuestrados por bandas armadas libanesas. De ahí el silencio de Washington y Londres, cuya tendencia hipócrita a criticar los modos franceses en el chalaneo con el terrorismo ha quedado compensada por la posibilidad de ver a sus rehenes en libertad.

Pero tal vez lo más preocupante de la iniciativa sea su contribución a fomentar estados de opinión favorables a la demagogia populista de Jean-Marie Le Pen en sus interesadas denuncias contra la corrupción del sistema político y contra la democracia parlamentaria. Francia experimenta con adelanto fenómenos que acechan el futuro de todo el continente: problemas de integración de la inmigración, brotes de xenofobia y antisemitismo y consolidación de la extrema derecha como fuerza determinante de la oposición.

Desde la victoria del fundamentalismo islámico en Argelia, pasando por la autoamnistía para delitos relacionados con financiación de partidos que se otorgaron los parlamentarios, hasta la actual amnistía para los cinco terroristas, numerosos factores contribuyen a alimentar los terrores que necesita Le Pen para su cruzada. Razón de más, entonces, para una mayor prudencla en la administración de las turbias razones de Estado que con excesiva frecuencia perturban el funcionamiento de la democracia.

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