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Salir de Cuba bien vale una boda

Casarse con un extranjero se ha convertido en una vía para abandonar el país y regresar legalmente

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIAL

Un mulato esclarecido y garboso, con torso de estibador y maneras de caballero, abrazaba con oficio a una española en un concurrido restaurante de La Habana. La turista ibérica, que doblaba en edad al espléndido forzudo, se enroscó alborozada en el metro noventa del atleta y correspondió a su galantería con un beso que dejó sin resuello al cubano. Dos días después eran marido y mujer y el isleño volaba legalmente a España sin necesidad de asaltar ninguna Embajada.

Las dificultades para conseguir la autorización de salida de Cuba, el necesario visado de entrada en otro país y fundamentalmente la imposibilidad de volver en la mayoría de los casos generaron hace años una picaresca que sortea estas trabas y es menos peligroso que solicitar refugio en las sedes diplomáticas occidentales: casarse con un extranjero. Cerca de 300 cubanos viajan anualmente al exterior por esta vía y los destinos principales son España, con unos 80 casamientos, e Italia, con cerca de 70.

No significa, sin embargo, que todos aquellos que contraen matrimonio con turistas o visitantes en Cuba persigan este objetivo, pero el censo de relaciones estables es menor.

Lo que dice el Código

El artículo 22 del Código Civil español establece que los cónyuges no nacionales podrán adquirir la nacionalidad española después de un año de residencia continuada. El regreso a la isla de quienes cambiaron su estado civil en cualquiera de los palacios de los matrimonios de La Habana reporta ventajas en cuanto a las posibilidades de ayudar a la familia con bienes no disponibles en el mercado cubano, tenencia de divisas o acceso a las llamadas áreas dólar.

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No es lo más frecuente que sean mujeres en pugna con el tiempo y los desengaños quienes retornen de sus vacaciones en Cuba con un mulato rumboso del brazo; son los solterones españoles e italianos legos en amores las presas más apetecidas por arteras mulatas que enajenan al viajero novicio con mañas y atrevimientos amatorios que nunca conocieron en origen.

Consumado el encantamiento, que incluirá una ronda por las tiendas de artículos de importación, el/la turista paga la factura, queda apuntado en los registros centrales y solicita visado para su nueva esposalo. Las paredes del consulado español son testigos mudos de la dispar hermosura y edad de muchos contrayentes, de grotescos cortejos nupciales y del patético entusiasmo de novios que serán traicionados poco después de que su avión aterrice en Madrid, Roma o Londres. Una variante del casorio y el consiguiente abandono del país -en los casos en que la hechicera y su víctima así lo impongan- es el aprovisionamiento regular de mercancías y el mecenazgo del amante.

Empresarios o técnicos de diferentes nacionalidades que comercian o colaboran con la Administración cubana, seducidos por la engañosa melodía sensual del trópico, recalan regularmente en la isla y satisfacen la avidez consumista de sus compromisos sentimentales y familias con verdaderos cargamentos de puntillas, lencería, electrodomésticos y bisutería variada.

En sucesivos intercambios, estos productos generarán ingresos envidiables y harán más fácil la espera de quienes no soportan el régimen y alguna vez pensaron en invadir una Embajada o embarcarse en un segundo Mariel, si se abre la espita.

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