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La rebelión de los indios canadienses

El intento de ampliar un campo de golf sobre un cementerio indígena ha desencadenado el conflicto

ENVIADO ESPECIAL La chispa que ha prendido el grave conflicto que enfrenta a la población india de Canadá con las autoridades provinciales y federalescanadienses es el destino final de un pinar de 22 hectáreas que se encuentra en el término municipal de Oka, una pequeña localidad turística situada a una treintena de kilómetros de Montreal. Sin embargo, las causas reales del enfrentamiento que ha estallado ahora vienen gestándose desde hace siglos y tienen su origen en el despojo que sufrieron los nativos americanos a manos de los colonizadores europeos.

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El pinar de la discordia

La crisis actual se inició hace cuatro meses, cuando el Ayuntamiento de Oka decidió iniciar las obras para ampliar el campo de golf municipal de 9 hoyos a 18 y la maquinaria municipal invadió el pinar en cuestión, con el consentimiento del dueño legal del terreno, un ciudadano francés llamado Maxime Rousseau.Los mohawks de la comunidad -no reserva- india de Kanesatake, cercana a Oka, levantaron una barricada y detuvieron las obras por considerar que la ampliación del campo de golf profanaba un viejo cementerio indio situado en el pinar de la discordia.Tras cuatro meses de negociaciones infructuosas en las que los ediles de Oka intentaron convencer a los mohawks para que depusieran su actitud y derribaran la endeble barricada de troncos que habían construido en la empinada carretera que une Oka con el pinar, el alcalde, Jean Oullette, perdió la paciencia y pidió la intervención de la policía provincial de Quebec, la Surete Quebecois.

El pasado 11 de julio la policía decidió intervenir. Efectivos policiales fuertemente armados intentaron retirar la barricada. El resultado fue desastroso para las fuerzas de seguridad. Tras un fortísimo intercambio de disparos con los mohawks ocultos en las alturas, la policía tuvo que retirarse dejando abandonados seis coches patrulla y un cabo muerto por una bala de procedencia todavía no aclarada.

Los belicosos mohawks, armados con subfusiles AK-47 y todo tipo de armas automáticas se apoderaron de los coches patrulla, y de paso de la maquinaria municipal abandonada, y después de apisonar los vehículos policiales con la ayuda de un potente tractor, aprovecharon los restos para construir una nueva barricada.

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Apoyo indio

La inesperada resistencia armada india cogió a las autoridades provinciales y federales totalmente por sorpresa, una sorpresa que se convirtió pronto en pasmo cuando los mohawks de Kanesatake recibieron el apoyo total del resto de sus hermanos de raza desde Montreal a la Columbia británica, en la costa del Pacífico.

Los incidentes se multiplicaron. Los mohawks de la reserva de Kahnawake, cercana a Montreal, decidieron cerrar, en apoyo de sus hermanos de Kanesatake, el puente Mercier, una arteria de comunicación vital que une el centro de la populosa ciudad, situada en el río San Lorenzo, con sus barrios periférícos del sur con el resultado de que los que residen en estos barrios tienen que dar un rodeo de hora y media para acudir diariamente a sus puestos de trabajo.

Los indios algonquines, por su parte, ocuparon una isla en el río Ottawa y se manifestaron ante el Parlamento federal para protestar por lo que calificaron de insensibilidad del Gobierno ante las reclamaciones indias. Y, en la costa oeste, los nativos levantaron barricadas en las carreteras provinciales y amenazaron con cortar la Transpacific Highway, autopista que une British Columbia con el resto de Canadá, si no se atendían las peticiones de los mohawks.

Entretanto, a medida que pasaban los días crecía la tensión en las afueras de Oka, donde1.000 policías provinciales y unos 200 miembros de la Royal Canadian Mountain Police, la legendaria Policía Montada de Canadá, impusieron un bloqueo total de alimentos y suministros a la comunidad mohawk de Kanesatake. Frente a ellos, ocultos entre los pinos y apostados en las alturas, se encuentran, armados hasta los dientes, los integrantes de una facción india radical conocida como los warriors (guerreros),bajo la dirección de unos cuantos veteranos índios de la guerra de Vietnam, que han acudido en apoyo de sus hermanos de tribu desde las reservas mohakws situadas en la frontera canadiensenorteamericana.

La situación, aunque tensa, ha mejorado en las últimas 48 horas como consecuencia de dos hechos: la compra por parte del Gobierno federal, por 1.500.000 dólares (unos 150 millones de dólares), de una gran parte del pinar de la discordia a su propietario frances que la adquirió en 1967 por 180.000 dólares- con el fin de donársela a los mohawks, y, por otro lado, el levantamiento el pasado viernes por parte del Gobierno provincial de Quebec, ante las protestas de las organizaciones nacionales e internacionales de derechos humanos y, "la preocupación" expresada por Naciones Unidas, del bloqueo de víveres y suministros a la comunidad de Kanesatake.

Por su parte, el ministro de Asuntos Nativos de Quebec, John Ciaccia, fuertemente criticado por todos los sectores del país por su forma de manejar la crisis, ofreció el viernes por la noche retirar la policía, salvo un retén de ocho agentes en cada uno de los controles que impiden el acceso a Oka, si los mohawks entregan sus armas."Las armas serán depositadas en un contenedor sellado controlado por una comisión mediadora independiente mientras se celebran conversaciones para resolver la crisis", fue la extraña y poco airosa propuesta hecha por Ciaccia.

Pero los mohawks, que todavía ayer no habían contestado a la propuesta del ministro provincial, no parecían dispuestos a ceder en su actitud. Sus portavoces han insistido en la concesión de una amnistía total para todos los implicados en los incidentes y que no se inicie ningún proceso judicial.

Pero incluso si se llega a un acuerdo en este contencioso concreto en los próximos días, la situación no será nunca la misma en las relaciones entre los gobiernos provinciales y federal y las poblaciones nativas.

"Nuestras voces suenan"

Como repiten jefe indio tras jefe indio estos días, por primera vez desde hace mucho tiempo se ha producido un despertar de la conciencia nativa en Canadá. "Nuestro tiempo ha llegado", declaraba la pasada semana el jefe Rene Teríasco en la manifestación celebrada ante el Parlamento federal.

Y otro líder indio de Manitoba, Phil Lafontaine, apostillaba: "Por primera vez nuestras voces suenan y se oyen".

La crisis, en opinión de un experto del Centro de Relaciones Raciales de Montreal, ha hecho aflorar los problemas de las poblaciones nativas después de una frustración colectiva larvad-a como consecuencia de siglos de abandono por parte de las autoridades.

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