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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El pequeño Magreb

EL VIEJO sueño de constituir un gran Magreb pareció encontrar un principio de cristalización cuando hace año y medio los jefes de Estado de Marruecos, Mauritania, Argelia, Túnez y Libra decidieron crear la Unión del Magreb Árabe (UMA), un mercado común que anudaría al norte de África empezando por la economía. Preveía -y aún prevé- el establecimiento de una unión aduanera para 1995, la libre circulación de productos agrícolas y la desaparición de la doble imposición.La idea es sensata porque no puede negarse la homogeneidad de los países que pretenden ponerla en práctica ni esa imprecisa argamasa que es el concepto de hermandad árabe. Otra cosa distinta sería diseñar el paso siguiente: una unión política de cuya filosofía alardean todos y cuya efectividad es impensable y ciertamente prematura.

El pasado domingo se celebró a trancas y barrancas en Argel una segunda cumbre de la UMA, con la finalidad declarada de fijar una sede permanente para la organización y de elegir a un secretario general. Ninguna de las dos cosas ha podido ser, porque el paso del tiempo no ha contribuido a suavizar las tensiones políticas nacionales o intrarregionales, como hubiera sido necesario para que se produjeran avances reales. La consolidación de la Unión merced al establecimiento de órganos permanentes requería paz en el área y visión de futuro en sus líderes. Y no sólo se han producido terremotos políticos nacionales que lo impidieran -piénsese en el revulsivo Integrista ocurrido en Argelia con el reciente triunfo del Frente Islámico de Salvación en las elecciones municipales-, sino que, lo cual es más importante, la vitalidad misma de la UMA ha quedado en entredicho tras el desplante del líder fundamentalista argelino Abassi Madani, que convocó una conferencia de prensa para el momento mismo en que debían comenzar la sesiones de la cumbre y se aseguró la asistencia en masa de los periodistas concentrados en Argel.

Por otra parte, existen agudas diferencias de personalidad y actitud entre los líderes de los países magrebíes, lo que contribuye a dificultar la toma de decisiones. La llegada a Argel de Hassan II con 24 horas de retraso convirtió la cumbre en una mera operación de trámite (a falta de acuerdos concretos, la apertura de la reunión coincidió con la conferencia de prensa de su clausura) y, sobre todo, demostró que está sin resolver una disputa mucho más profunda: quién conseguirá acabar siendo el líder regional. Mientras ese hecho no se dilucide, los proyectos del gran Magreb como entidad con la que el Mediterráneo -y por ende la Comunidad Europea- deben contar prioritariamente para el futuro, se quedarán en entelequias más bien pequeñas.

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