Rapidez de reflejos
LOS ERRORES nunca son inocentes y, naturalmente, en política mucho menos. Sin embargo, peor aún que la equivocación es mantenerla sin rectificar. José María Aznar, presidente nacional del Partido Popular, se apuntó el tanto político de enmendar el inicial error cometido con Marcelino Oreja, sin duda uno de los políticos más curtidos del conservadurismo democristiano español. Su originaria renuncia a todos los cargos desempeñados en el seno del partido -miembro del comité ejecutivo y portavoz popular del Parlamento Europeo- fue parcialmente aprovechada por un sector de destacados militantes para criticar el método de dirección del presidente y sus colaboradores más próximos. La rapidez de reflejos de Aznar y su capacidad negociadora le permitieron cerrar la crisis de la manera más inteligente posible: con la reincorporación del presunto disidente al comité ejecutivo. Con ello no sólo recupera a un político conocedor de los entresijos europeístas, sino que, también, invalida una parte de las críticas recibidas en su propia casa.El apoyo directo y claro -no podía ser de otra forma- del presidente fundador, Manuel Fraga, deja abierta, en cambio, la duda sobre su todavía poderosa presencia. Visto desde fuera, el varapalo de Fraga a Fernando Suárez y la ratificación de su confianza a José María Aznar permite comprobar una influencia que bordea lo freudiano: la lealtad se entremezcla con el temor al padre. Cabe señalar por último que la crisis, todas las crisis, requieren un escrupuloso seguimiento para conseguir la cicatrización definitiva.
Cualquier retroceso, paso en falso o imprudencia puede reabrir la herida. El reto del presidente nacional del partido es tratar de compaginar la moderación interna con la agresividad imaginativa que le permita incrementar su capacidad electoral.
