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LA CRISIS DE LOS REFUGIADOS

"Seguiré luchando"

Burhan Kalaja, uno de los estrategas de la 'invasión de las embajadas', asegura que la presión internacional puede acabar con el régimen de Tirana

"Seguiré luchando aunque persigan y asesinen a toda mi familia en Albania", asegura Burhan Kalaja, topógrafo, preso político durante 10 años, liberado el 20 de noviembre pasado y uno de los detonadores de la fuga masiva de albaneses a las embajadas extranjeras en Tirana. Kalaja se convirtió en un enemigo peligroso del régimen tras haber comentado a un companero de trabajo que Lenin estaba pasado de moda. Inmediatamente perdió su puesto de técnico, le degradaron a trabajos de minero y en 1980 le encarcelaron. Una vez fuera de la prisión, Kalaja tramó la invasión de la Embajada italiana.

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La decisión de actuar fue alentada por el traslado de los seis hermanos Popa de la Embajada italiana en Tirana, en mayo pasado, tras más de cuatro años de exilio en la sede diplomática. El 23 de junio, Kalaja y otros seis amigos se apropiaron de una camioneta y forzaron las puertas de la sede diplomática.Cuando, al pasar una semana, la gente se dio cuenta de que las autoridades italianas no iban a entregar a los refugiados, más de 5.000 personas se aglutinaron en el barrio de las embajadas para intentar huir, explica, por su parte, Fortina. Este veterinario es uno de los 804 refugiados albaneses alojados en Restinco, campamento militar abandonado y apresuradamente acondicionado para acoger a los albaneses. Fortina participó en la manifestación del 2 de Julio, cuando la policía disparó, y afirma haber visto heridos. Unas 200 personas pudieron entrar en las sedes diplomáticas aquella noche, otras gritaron contra la represión policial.

Según Fortina, fue la represión de aquella noche la que acabó con el ministro del Interior, Simon Stefani, acosado por los reformistas del Politburó, a quienes preocupaba la imagen de Albania en el exterior. Frente a la crítica, Stefani reaccionó relajando el control policial de las embajadas durante tres días. Esto precipitó la fuga masiva. Al darse cuenta de que el número de ex¡liados aumentaba peligrosamente, el Gobierno de Ramiz Alla volvió a poner, el domingo pasado, cordones de seguridad en las embajadas, pero más de 5.000 personas ya estaban en los jardines diplomáticos.

Kalaja y Fortina no tienen reparos en hablar con la Prensa. Según ellos, sólo la presión internacional -bloqueo económico y político- puede acabar con el Gobierno albanés, "que sabe que internamente siempre puede aplastar a los descontentos, pero no puede influir en la opinión pública internacional".

"No entiendo por qué la comunidad internacional ha sancionado a Suráfrica, pero nunca se ha preocupado por Albania. Nosotros también tenemos a nuestros Mandelas", dice Kalaja, un hombre que, cuando habla, los demás callan.

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La primera ducha

En el campamento de Restinco los refugiados gozan de sus primeras duchas y ropa nueva y limpia. El Ejército italiano distribuye estos artículos y hasta repar e tarjetas telefónicas para que la gente pueda hablar con sus parientes en una de las dos cabinas instaladas.

Nadie sabe cuánto tiempo permanecerán los albaneses en el campamento. Luego les distribuirán a las diferentes comunidades. Ayer se hizo el censo de las cualificaciones profesionales y de los deseos de los refugiados. Hay sólo 17 personas con educación universitaria, unos cuantos estudiantes y técnicos y el resto son obreros, quienes huyeron de la miseria y alimentaron su imaginación a través de la televisión italiana y yugoslava. Muchos no saben ni dónde quieren ir. "Al sentarse a rellenar el formulario", dice un intérprete calabrés, "no saben dónde quieren ir. Piensan y normalmente piden viajar a Estados Unidos o Australia". Los refugiados ni siquiera tienen un visado para circular libremente por Italia. Recibieron sus pasaportes una vez a bordo del barco.

El Gobierno italiano no parece tener una idea clara de qué destino aguarda a los albaneses. El alcalde de San Marzano di San Gluseppe, un pueblo ítalo-albanés de Puglia con 1.100 de sus 8.900 habitantes en paro, ofreció alojamiento a 80 personas.

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