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Las discrepancias públicas en el PSOE inclinan a González a aplazar los cambios en el Gobierno

El presidente del Gobierno, Felipe González, tiene prácticamente decidido posponer cambios en su Gabinete al menos hasta que pase el verano, en parte para rehuir la situación en que se le ha colocado de optar entre el vicepresidente, Alfonso Guerra, y el ministro de Economía, Carlos Solchaga. Altos cargos socialistas consideran que González prefiere enfriar la tensión creada en el seno del Gobierno y en la cúpula del PSOE antes de tomar cualquier decisión sobre la futura composición del Consejo de Ministros y de la comisión ejecutiva de su partido.

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El conocimiento público de divergencias en el Gabinete y en el partido ha pesado decisivamente en el ánimo del presidente del Gobierno para posponer una crisis en el Consejo de Ministros hasta después del verano, según las fuentes informantes del entorno de la presidencia. Felipe González ha considerado que en este momento cualquier decisión que tomara se interpretaría como una opción entre el vicepresidente, Alfonso Guerra, o el ministro de Economía y Hacienda, Carlos Solchaga, y en última instancia como una victoria de uno sobre el otro.El presidente está convencido de que la tensión ha terminado en tanto en cuanto una de las partes, Carlos Solchaga, ha anunciado su determinación de no hacer manifestaciones públicas sobre cómo debiera ser la próxima ejecutiva federal. Mientras Solchaga guarda silencio, todos los demás opinan sobre sus palabras en el comité federal y sus juicios negativos sobre la composición del órgano de dirección del PSOE. Los más benévolos señalan que Solchaga "se ha equivocado" y ha puesto a Felipe González en una "dificil situación" y se aventuran a pronosticarle un incierto futuro político.

Esta presunción no es compartida totalmente por personas del entorno del presidente del Gobierno que no consideran imposible un desenlace "equilibrado", que se traduciría en que Alfonso Guerra continúe en la vicepresidencia y Carlos Solchaga al frente del Ministerio de Economía y Hacienda una vez que Felipe González tome cartas en el asunto y ofrezca garantías de que cada cual actuará con lealtad sin interferencias en sus respectivas tareas.

Lo cierto es que las voces críticas soterradas de otros miembros del Gabinete pidiendo exactamente lo mismo que ha dicho en público Carlos Solchaga se han alzado o bien para decir que en realidad no es necesario un mayor pluralismo, en versión moderada, o para ensalzar a la ejecutiva del PSOE. Esto significa que consideran descabellado plantear batalla a Alfonso Guerra por considerarla perdida.

Control guerrista

El ministro de Economía se ha visto sorprendido por esta actitud de compañeros de Gabinete, ya que, aunque no pretendía liderar un grupo de críticos, sí esperaba que aparecieran voces procedentes de diferentes ámbitos en demanda de la diversidad que él ha reclamado. El control que ejerce el vicepresidente en el PSOE es más que evidente, pero, según se esfuerzan en repetir los dirigentes del sector guerrista, lo hace con la "plena anuencia" de Felipe González.

Como dato revelador, estos dirigentes aseguran que Ia dirección del partido" conoce perfectamente Ios contactos" que el ministro de Economía y Hacienda está teniendo con personalidades del partido, porque éstos "informan" de sus conversaciones con Solchaga. Estos interlocutores aseguran que "no sólo se ha reunido con los compañeros de Cataluña y con el sector madrileño que apoya a Joaquín Leguina, sino con otras federaciones".

Así, por primera vez desde hace años, el sector mayoritario del PSOE aparece fragmentado en una discusión sobre cuestiones políticas de hondo calado en la que participan no sólo dirigentes socialistas, sino también varios miembros del Gobierno. Algunos de éstos reconocen en conversaciones privadas que es insostenible la rigidez impuesta por Alfonso Guerra en el seno del partido, que llega a suscitar temor a exponer libremente opiniones divergentes sin temor a represalias. El poder que reconocen a Guerra, máxime tras el resultado de las elecciones andaluzas, les hace estar a la espera de algún "gesto" de Felipe González que indique cuáles son sus deseos y que permita abrigar una ofensiva en contra del "sectarismo".

Prudencia ministerial

Tanto Javier Solana como Joaquín Almunia, José Barrionuevo o Carlos Romero son abiertamente partidarios de una apertura en la ejecutiva federal y de ampliar la participación en la toma de decisiones en el PSOE. Pero las múltiples discrepancias con Solchaga en muchos otros aspectos dificultan la convergencia pública con éste e impiden cualquier atisbo de liderazgo en aquél.

Estas circunstancias se suman a la advertencia hecha por Alfonso Guerra en una reunión de la dirección del PSOE antes de las elecciones andaluzas acerca de que, si los socialistas ganaban esas elecciones, el paso siguiente en la estrategia de las fuerzas conservadoras y de "todos los medios de comunicación" consistiría en un intento de "derechizar al partido".

En esa misma reunión de la comisión ejecutiva federal el vicepresidente afirmó, en una expresión considerada como amenazante por otros asistentes que no simpatizan con él, que los resultados de los comicios autonómicos en Andalucía colocarían "a cada cual en su sitio". Guerra llegó a decir que algunos dirigentes del partido han caído en el "colaboracionismo" con la derecha política y replicó que frente a las críticas al "sectarismo y el resistencialismo" el funcionamiento del PSOE, con independencia de los calificativos, garantiza continuos éxitos electorales y, por tanto, se debe mantener.

Los simpatizantes de Guerra aseguran que el vicepresidente del Gobierno no ha olvidado, ni olvidará, la "insolidaridad" de algunos dirigentes socialistas cuando ha sido acusado de responsabilidades políticas por el enriquecimiento súbito e irregular de su hermano Juan.

Todo empezó en enero

Dirigentes socialistas que rememoran el comienzo de los movimientos en el seno de su partido sitúan en el pasado mes de enero el principio del insólito resurgir de discrepancias en el seno de la mayoría. En ese mes algunos pensaban firmemente que el presidente del Gobierno, Felipe González, estaba decidido a anunciar en el próximo congreso su retirada, al menos, de la secretaría general del PSOE y que, en cualquier caso, la sucesión se había abierto. Así las cosas quienes en ningún caso deseaban que González se fuera pero resignados a que así ocurriera pensaron que era el momento de que el poder en el PSOE tuviera otro reparto o más bien que hubiera algún reparto en detrimento de Alfonso Guerra.A este hecho se unió en enero el escándalo Juan Guerra lo que hizo que algunos ministros y escasos dirigentes socialistas se reafirmaran en su convicción de que había llegado el momento de luchar "por la pluralidad". Solo faltaba un mal resultado en Andalucía para pasar a la ofensiva.

Todos los elementos han fallado. González se queda, la mayoría ha arropado a Guerra en su desgracia familiar y el PSOE ha ganado en Andalucía. Así las cosas el reparto de poder solo se producirá si Felipe González lo consiente.

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