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LA MAESTRANZA

Manuel Caballero abre la puerta del Príncipe

Debutar en la Maestranza y abrir la puerta del Príncipe es un sueño al que aspiran todos los que quieren ser algo en el toreo. Si además, esa aspiración colmada se produce tras haber salido por la puerta Grande de Madrid, es comprensible que el beneficiario de tan altos honores llorara de alegría, como lloraba Manuel Caballero cuando se lo llevaban en volandas por la ribera del Guadalquivir.Muy meritoria fue su faena al quinto novillo, que se había comportado en los dos primeros tercios como se tienen que comportar los mansos. Saltó la barrera, huyó de su sombra, salió suelto del caballo y se dolió en banderillas. Sacó casta en la muleta de no se sabe qué ancestrales genes, y embistió punteando. Caballero, lo enceló, ora con la muleta, ora con el cuerpo dejándose ver, le mandó soberanamente, y templó como si afinara una guitarra. Sólo un exquisito temple impidió que el incómodo punteo le tropezara la muleta, lo que ocurrió excepcionalmente con la mano derecha. Los naturales tuvieron hondura y lentitud, y los de pecho fueron obligados, como requieren los cánones. Un trincherazo de cartel puso colofón a la faena. La estocada entrando a ley quedó desprendida, lo que quizá hizo dudar al presidente al conceder la segunda oreja.

Holgado/ Punta, Caballero, González

Cuatro novillos de María Auxilio Holgado, de aceptable presentación, blandos y nobles; 5º, sobrero del conde de la Maza, y 6º de Gabriel Rojas, mansos. Antonio Punta: aviso y palmas; silencio. Manuel Caballero: oreja; dos orejas; salió a hombros por la Puerta del Príncipe. Cristo González: palmas en ambos. Plaza de la Real Maestranza, 1 de julio. Un tercio escaso de plaza.

A su primero, bravo y noble, lo toreó muy bien en redondo. Algunos naturales tuvieron menos sosiego. Muy toreros el trincherazo, el molinete con la izquierda y los ayudados por alto. Bendita variedad. Sólo un reparo: no debe inhibirse en ponerle en suerte el novillo al caballo. En el quinto, sin embargo, asumió el albaceteño totalmente la lidia.

Antonio Punta debe ya probarse con los toros. Torea aseadamente, es valiente, pero no enardece al público. Demasiado largas sus dos nada más que aceptables faenas. Cristo González no se acopló con sus novillos, que tuvieron algunas dificultades superables. Su primero, gazapeaba, aunque no en exceso, y el sexto llegó muy quedada la muleta. De todas formas no ratificó la buena impresión causada el día que debutó en la Maestranza.

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