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La agonía de la guerra de Afganistán

El Gobierno de Kabul afirma que los 'muyahidin' han lanzado su última gran ofensiva

La reapertura de la Embajada de Francia en Kabul es para el ministro de Exteriores de Afganistán, Abdul Wakil, una "muestra de que Occidente comienza a darse cuenta de la realidad afgana". A su vez, el ministro de Defensa, Mohamed Aslam Watanjar, asegura en una conversación con EL PAÍS que los rebeldes han lanzado su "última gran ofensiva". La guerra afgana ha entrado en una sangrienta agonía que, de no alcanzarse un acuerdo político, puede extenderse indefinidamente.

Expertos en el problema afgano de la Unión Soviética y Estados Unidos sostienen desde marzo pasado intensas negociaciones para llegar a un acuerdo sobre la suspensión de la ayuda militar al Gobierno de Kabul y a los rebeldes muyahidin, aliados de uno y otro país, respectivamente.Washington parece haberse convencido de que no existe victoria militar posible, mientras que Moscú, que retiró sus tropas de Afganistán hace 16 meses después de 10 años de ocupación, ha limitado su apoyo al presidente Mohamed Najibulá. La URSS considera que Najibulá es el "único hombre capaz de mantener la ley y el orden en este momento", pero se manifiesta dispuesta a mantener unas "muy buenas relaciones" con cualquiera que sea el Gobierno que salga de unas elecciones libres.

Las dos superpotencias son conscientes de que, a pesar de que continúan armando a sus respectivos aliados, han perdido influencia sobre ellos. De ahí que en los últimos meses se han acercado sus posiciones y coinciden en que es necesario poner fin a esa guerra antes de que pierdan completamente su capacidad de maniobrar el futuro afgano.

Malestar de EE UU

Estados Unidos comienza a sentirse especialmente molesto con Gulbudin Heckinatiar, uno de los siete líderes de la Alianza suní, asentada en Pakistán. Este integrista, que asegura que está en posesión de la "verdad del islam", es el monstruo amamantado en los arsenales del Pentágono desde hace más de siete años, que ha iniciado una campaña antioccidental en la que no descarta el terrorismo para defender los intereses musulmanes.Ahmed Gailani es el único de los líderes de los siete partidos suníes que ha aceptado la celebración de elecciones libres en Afganistán, bajo la supervisión de las Naciones Unidas. Sin embargo, el Gobierno de Kabul realiza una ofensiva diplomática para lograr apoyo internacional a estas elecciones y no ha dudado en poner al frente del Gabinete aun independiente, Fazlulhaq Jaliqiar, absolutamente limpio de las acusaciones de atrocidades que pesan sobre muchos de los dirigentes comunistas.

Jaliqiar, ex gobernador de la provincia de Herat, donde llegó a un "cierto entendimiento" con los comandantes muyahidin para evitar las muertes inútiles entre la población civil y facilitar el suministro de víveres a las ciudades, fue nombrado primer ministro en marzo pasado y al día siguiente sufría un atentado en el que morían ocho personas y él resultaba gravemente herido.

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Según la oposición interior, el accidente acabó con la posibilidad de una reforma creíble del régimen afgano, ya que cuando el primer ministro se recuperó y trató de formar su Gobierno se vio en la obligación de aceptar que los puestos claves: Defensa, Interior, Seguridad del Estado, Asuntos Exteriores y Comunicaciones sigan ocupados por los hombres del anterior Gabinete. La oposición interior afirma que para que puedan celebrarse unas elecciones libres es necesario que sean convocadas después de que hayan dimitido esos cinco ministros.

Acercamiento de Irán

El Jefe de la diplomacia afgana, Abdul Wakil, aseguró a este periódico que las intenciones del Gobierno en cuando a la celebración de elecciones generales son "sinceras". Wakil señaló que, en este sentido, se han logrado "sustanciales avances" en las conversaciones con la oposición residente en Irán. El régimen iraní que ha iniciado una lucha soterrada contra Arabia Saudí, principal apoyo, junto con Estados Unidos, de la guerrilla suní asentada en Pakistán, está aproximando sus posiciones a Kabul y favorece la celebración de elecciones y la vuelta a Afganistán de los más de dos millones de refugiados que acoge.

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