Poco confederadas
LA ASAMBLEA anual de las cajas de ahorro, celebrada esta semana, apenas ha reflejado las tensiones existentes en este sector, objeto de un intenso proceso de transformación en el que los intentos de homologación con el resto del sistema bancario conviven con unas restricciones legales dificilmente conciliables con el entorno competitivo en que aquéllas están inmersas.Desde la liberalización de 1977, las cajas de ahorro han ido convergiendo en sus principales líneas de actividad con las de la banca privada, cobrando una creciente cuota de mercado. La posibilidad de expansión territorial, aprobada a principios del pasado año, contribuyó igualmente a esa homo bgación con la banca, pero también desencadenó una abierta competencia entre las propias cajas.
Este proceso de adaptación ha sido paralelo a los cambios en los órganos de gobiernoc.e las cajas, que, aunque orientados a la necesaria dernocratiz ación de los mismos, no siempre han deparado una mayor eficiencia en su funcionamiento, constituyéndose ocasionalmente en elementos perturbac.ores de la gestión. Esa mediación política ha llegado a determinar decisiones estratégicas como las referidas a las fusiones de algunas de ellas, no siempre amparadas en la racionalidad económica.
La ausencia de una estructura accionarial equívalente a la del resto de las empresas bancarias determina en las cajas serios inconvenientes sobre su capitalización y escasas ventajas propias de las entidades sin fines de lucro. La posibilidad de emisión de cuotas participativas, regulada desde el mes pasado, puede ser un paso significativo hacia esa homologación accionarial.
Así pues, la tendencia a un entorno más competitivo y la subordinación frecuente a los equilibrios políticos regionales son algunos de los rasgos que han contribuido a subrayar las lógicas diferencias existentes en el seno del sector, a las que se añaden las implícitas en la propia dimensión de las entidades. Este contexto poco propicio a la convergencia se encuentra reforzado por la evidente pérdida de capacidad aglutinadora de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA), cuyas funciones son hoy cuestionadas por no pocas cajas que han asumido tareas hasta hace algunos años exclusivas de la confederación. Más allá de las diferencias de intereses entre las cajas grandes y el resto, esa pérdida de peso específico de la CECA se explica también por la insuficiente adecuación de ésta a las exigencias reales de las cajas.
Asumir la diversidad de entidades existentes en este sector y las estrategias diferentes de algunas de ellas no ha de ser óbice para tratar de lograr una convergencia de aspiraciones comunes, en un marco de cooperación que no constituya una carga adicional sobre el funcionamiento de una parte tan significativa del sistema financiero.
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