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ITALIA 90

Sólo el presidente confía en ellos

La afición brasileña, decepcionada con el nuevo estilo de su equipo

Vencer pero sin convencer no es sólo una frase del filósofo de Salamanca. Esta es la torturante sensación que ha empezado a inundar al país más futbolístico del mundo: Brasil. Jamás un seleccionado verde-amarillo decepcionó de tal manera a los brasileños como el once que juega ahora en Turin. El pasado jueves, pese a todo, hubo motivos de júbilo y conmemoración: se cumplían 20 años desde que Pelé infligiera a Italia aquella dura derrota (4- l), que supuso la conquista de la Copa del Mundo en México 70. Brasil ganó entonces su último título internacional de importancia.

"Estamos llenos de saudade", dice un titular del prestigioso diario O Estado de Sao Paulo. Saudade es una palabra portuguesa intraducible, y, significa algo así como nostalgia. La duda cruel para los brasileños se centra en el hecho de que no consiguen identificarse con el equipo que han enviado a Italia. Durante muchos años, Brasil ha exhibido un fútbol sin grandes resultados pero de una belleza incomparable. La misma derrota ante Italia en el Mundial de España 82 fue digerida por los fanáticos del fútbol brasileño con una disculpa ejemplar: "Teníamos el equipo más bonito".Los brasileños ahora consiguen sacar adelante los partidos pero su fútbol irrita con unanimidad a toda la torcida. "Si volvemos a ganar de esta forma, me dedico a otra profesión", comentó el conocido crítico y cronista Armando Nogueira, que sigue al seleccionado brasileño desde el Mundial de 1950. "No cabe duda de que este no es nuestro fútbolarte", dijo Pelé, ahora comentarista de una cadena de televisión.

Cuentan que las críticas de Pelé, publicadas también en algunos periódicos italianos, han causado gran malestar en la expedición brasileña. Incluso el seleccionador Sebastiao Lazaroni, hombre bastante acostumbrado a recibir ataques de todo tipo, le pidió explicaciones a O rey, como es conocido Pelé en todo el mundo. "Nadie desea más que yo que Brasil se proclame campeón", dijo Pelé a Lazaroni, delante de las cámaras de televisión. "Pero hay que mejorar mucho este equipo, sobre todo en el centro del campo".

Ya no hay magia

Es la falta de imaginación y creatividad, dos características básicas y eternas del fútbol brasileño, lo que más sorprende a los críticos y a los aficionados. El país está virtualmente paralizado por las discusiones sobre cómo cambiar el grupo de trabajo de Lazaroni en una orquesta de artistas geniales. El jugador símbolo del equipo sigue siendo Dunga, un hombre que tiene como característica principal la ferocidad con que trata de robarle el balón a sus adversarios. Cuando lo posee, sin embargo, Dunga exhibe hacia la pelota una ofensa de intimidad que los brasileños consideran fatal para los que visten la camiseta verde-amarilla.

En un país donde el fútbol despierta tanta pasión, el pragmatismo calvinista del entrenador Lazaroni es un elemento tan ajeno como puede serlo la lambada para un sueco. Se piensa en Brasil que Lazaroni ha cambiado la magia y malicíosa combinación del centro del campo brasileño en un ejercito profesionalizado que parece disputar la última de las batallas.

"Es importante actuar para el público, pero me parece aún más importante vencer y clasificarse. ¿Para qué estamos aquí, si no es para ganar el Mundial?", pregunta Lazaroni a los periodistas.

Absolutamente fiel a sus principlos, el entrenador brasileño ha puesto a la hinchada brasileña al borde de un ataque de nervios por el hecho de que, pese a cambiar a algunos de jugadores, jamás altera su sistema táctico. Por primera vez, dijo el ex jugador Faucao, Brasil tiene un equipo en el que no importa cambiar las piezas, pues el sistema siempre es el mismo. El resultado es un conjunto sin personalidad, otro punto inadmisible para aficionados acostumbrados a líderes como Pelé, Gerson, Nilton Santos o Didí.

La prensa brasileña publicó con gran despliegue tipográfico la rebelión de los jugadores brasileños cuando el seleccionador quiso sustituir a nueve de ellos ante Escocia, un partido que no decidía nada. Sobre todo Cara cas, el arquero Taffarel y el líbero Mauro Galvao le exigieron a La zaroni el mantyenimiento del mismo equipo, tolerando unica mente la alineación de Romario, lesionado durante los tres últi mos meses. Sin embargo, sobre el cesped, los jugadores no de mostraron poseer la misma per sonalidad, parecida dureza.

La defensa del presidente

"Carece de sentido y de buena voluntad, la suposición de que Brasil vence pero no convence", dijo el presidente Fernando Collor, que escribe una crónica de cada partido en un periódico brasileño. El es uno de los pocos optimistas de toda esta historia. Una reciente encuesta de opinión reveló que ha disminuido el número de brasilMos que creen en la conquista del Mundial después la pírrica victoria conseguida ante Escocia (1 -0). Disminuye también el número de brasileños que conflian en el éxito del radical Plan de Estabilización Económico lanzado hace 100 días por Collor.

El país se paraliza cuando juega Brasil. Eso se repite cada cuatro años, cada vez que la selección aspira a un título mundial. Pero son muchas las cosas que han cambiado. La afición sigue saliendo a la calle después de cada victoria. Pero ya no hay tanta alegría como antes. Ni tanta samba. Ni tanto entusiasmo. Pese a que la esperanza es lo último que se pierde, los brasileños no están convencidos de que puedan ganar la copa. Esta selección, el estilo Lazaroni, no les permite soñar.

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