Las buenas amistades
M. Á. N./ J. A. N.,
Eduardo Santos Andrés se ha convertido, en los últimos años, en una de las personas mejor relacionadas del mundo empresarial. Tras abandonar la Administración en 1986, justo cuando se produjo el cambio de Gobierno en el mes de julio, reapareció, tras 11 meses, como titular de Nueva Montaña Quijano (NMQ), una empresa ligada al Banco Santander.Desde sus años en Aceriales, asociación de empresas de aceros especiales que fue el antecedente de la actual Acenor y de la que fue presidente a la edad de 32 años, se le conocen muy buenas conexiones con el poder político y económico que le han permitido engordar su patrimonio personal a un cifra que se estima en torno a 1.500 millones.
Ministros y banqueros
Colaboró, posteriormente, con Javier García Egocheaga y con los ministros de Industria Carlos Bustelo e Ignacio Bayón. Después, el entonces titular de Industria, Carlos Solchaga le llevó como director general de Industrias Siderometalúrgicas y Navales y se convirtió en uno de los principales protagonistas de la reconversión naval.
El propio Solchaga le nombró más tarde subsecretario de Industria, cargo en el que se mantuvo durante el corto mandato de Joan Majó como titular del departamento.
Sea de antes o de después, el caso es que Eduardo Santos puede decir ahora que cuenta con un ramillete extenso de amigos. Entre los mejores, además de Solchaga, figura el actual ministro del Interior, José Luis Corcuera, otro de los partícipes en la reconversión desde UGT. Corcuera y Santos suelen coincidir en sus vacaciones. El último verano lo pasaron en la casa de Santos en Mallorca.
En otra vertiente están los banqueros. Emilio Botín le confió algunos consejos en representación del Banco Santander. Alfonso Escámez, que había recibido excelentes informes de sus colaboradores Fernando Abril Martorell y Luis Magaña, amigos de Santos, le llamó para sanear Macosa, una empresa en la que tenía un alto riesgo -12.000 millones de pesetas- y pocas posibilidades de recobrarlo. Su gestión generó una buena amistad, pero Alfonso Escámez, sin querer, le hizo el peor regalo que podía imaginar; 1.500 millones de intereses no cobrados, que ahora se han convertido en el centro de la polémica.
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