Como antaño

Buscar el símil futbolístico con la música de Tete Montoliu está doblemente justificado. Por un lado estamos en pleno mundial de Italia y, por otro, a Tete, que es socio honorario del Barça, le apasiona este deporte. De hecho ha confesado que en ocasiones piensa en el fútbol mientras improvisa.Es un pianista todo terreno. Defiende el jazz con pasión de cruzado, pero limpiamente, sin cometer faltas. También posee un concepto claro e inteligente de la construcción musical, cual centrocampista de calidad, y cuando actúa en punta toca con efectividad pero sin caer en el fuera de juego, tentación frecuente entre los que se sitúan demasiado en vanguardia. Por estas y otras cualidades se le han disputado en el extranjero y le han fichado los mejores festivales del mundo.

Tete elige con mano experta su repertorio. Lo más granado de John Coltrane (Naima some other blues) se funde naturalmente con valadas de siempre (I wan't to talk about you y Lush life) e incluso con valses como In your own sweet way, que bordaba el ya fallecido trompetista Woody Shaw. Este sentido del equilibrio acredita a cualquier jazzman.

Su piano, lleno de contrastes, sigue siendo elocuente. Habla con la dulzura de Errol Garner en Sweet Lorraine y con el vigor de McCoy Tyner en Giant steps, pero nadie le ha dejado huellas tan profundas como para enmascarar su personalidad.

Sus acompañantes, Peer Wyboris y Horacio Fumero, también son distinguidos y Tete reúne la imaginación y la fantasía de la selección brasileña, la fortaleza de la alemana y, por si no fuera suficiente, le suma a estas virtudes el trabajo duro y la frescura del juego camerunés. Que al fin y al cabo son negros, como él siempre ha querido ser.