Veinte jornaleros andaluces sustituyen en Vic a los marroquíes expulsados
Veinte jornaleros andaluces llegaron el pasado miércoles a Barcelona con unas pocas maletas después de un largo viaje en tren de 16 horas. Dejaron en Sevilla un trabajo a destajo en el campo por la promesa de un contrato en una empresa textil de Vic, en la comarca de Osona. Allí pasarán tres meses enrollando bobinas de algodón y se olvidarán de recoger la remolacha.Estos emigrantes desconocían que hace semanas sus puestos los ocupaban marroquíes expulsados. No lo sabían, pero lo tienen muy claro: buscan un trozo de pan y a la mínima oportunidad, asentarse en Vic.
El expreso de Sevilla no corre demasiado. 16 horas tardó en llegar desde la capital andaluza a la estación término de Sants, en Barcelona. El ferrocarril partió a las 20.00 horas del martes y en uno de los vagones se acomodó la veintena de trabajadores.
Francisco Ocaña, de 19 años, destaca que el compartimiento era "de primera clase", aunque inmediatamente después se pregunta por qué no había literas en él y en cambio sí en los de segunda. En definitiva, que las 16 horas las pasaron sentados en cómodas butacas, pero que no eran camas, en las que algunos pudieron dormir y otros menos. Tan duro fue, que José Miguel Halcón afirma: "Si regreso a casa no lo haré en tren, porque tengo la espalda, las piernas y todo el cuerpo destrozado".
El viaje fue duro, pero la llegada a Barcelona alucinante. Las cámaras de televisión se agolparon ante el colectivo, mientras los fotógrafos disparaban los flashes. Y ellos todavía sin entender nada, según cuentan. Montaron en un microbús que la empresa Puigneró fletó especialmente y fueron a dar una vuelta por Montjuïc, a contemplar Barcelona desde lo alto.
"Todos queríamos ir a La Rambla, pero no ha podido ser. Bueno, tampoco sabíamos que nos iban a invitar a comer porque creíamos que ibamos derechos a la fábrica", dijeron. Estuvieron en un restaurante de la autovía de L'Ametlla, antes de llegar adonde está implantada la factoría, Roda de Ter.
Todos proceden de Lebrija, una ciudad de 20.000 habitantes aproximadamente, a unos 70 kilómetros de Sevilla. Viven principalmente de la agricultura.
En Andalucía, los jornaleros cobraban a destajo. Por trabajar en las plantaciones ganaban unas 6.000 pesetas diarias por unas 12 horas de trabajo.
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