Rioja para alcohólicos y chorizo para musulmanes
A pesar del "cuidado exquisito" que los responsables de los cócteles dicen poner en la organización, la historia de estos ágapes áulicos no está exenta de deslices protocolarios. En el Departamento de Relaciones Públicas del Gobierno regional aún se recuerda con horror la carita de desencanto de los 50 niños saharahuis que tuvieron que dejar intactos los pinchitos y hojaldres de los para ellos prohibidísimos chorizo y jamón ibérico, o aquella bochornosa ocasión en la que los miembros de la asociación Alcohólicos Anónimos tuvieron que asistir incólumes a la presentación de una inmejorable selección de riojas, sin un mal vaso de agua que llevarse a los labios.Sin embargo, personas hay que dan buena cuenta de lo que otros rechazan. En todos los cócteles, tan familiares y omnipresentes como las copas de vino y los canapés, están los invitados habituales, "los de siempre". Se les reconoce por su desmesurada querencia a las bandejas más suculentas y sus jugosos comentarios acerca del estado del paté de hígado de pato o de la última forma de preparar la carne de cangrejo.
Desconocidos con la suficiente presencia de ánimo para engatusar al guarda de seguridad o colgarse del brazo del primer invitado ilustre y supervivientes de pasadas épocas de esplendor cultural, político o palaciego forman este exiguo pero extremadamente fiel ejército de permanentes convidados a los ágapes institucionales.
Estos incondicionales ejercen un férreo placaje sobre las mesas donde se depositan las exquisiteces del menú y, según los organizadores, no tienen el más mínimo rubor en abrir el bolso y vaciar entre polveras y llaves una suculenta bandeja de ahumados. A menos que su conducta sea escandalosamente indecorosa, los responsables del acto suelen hacer la vista gorda ante sus andanzas. "Al fin y al cabo, así no hay que tirar lo que sobra", afirman.
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