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La sangre corre en el valle de Cachemira

La población pide la salida del Ejército y la policía indios, tras una represión que se cobró 500 vidas

ENVIADA ESPECIALUn silencio tenso y oscuro cae sobre Srinagar, capital de Jammu y Cachemira, a las siete de la tarde, cuando el toque de queda comienza a reinar en la ciudad. "No queremos negociar con India, no tenemos nada que hablar con ese país, sólo queremos que cumpla sus obligaciones internacionales y permita que se celebre un plebiscito para que decidamos sobre nuestro futuro", asegura Bahaudin Farugi, fiscal general hasta 1983 de este Estado indio, cargo del que dimitió por no poder soportar Ias interferencias de Nueva Delhi en la justicia". Desde comienzos de año, cerca de 500 personas han muerto en este hermoso valle de las estribaciones del Himalaya.

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La huella de un mal reparto

Tocado con el típico gorro de astracán y vestido de blanco resplandeciente, el nuevo mirwaiz (máximo líder religioso) de Cachemira recibe a la enviada especial de EL PAÍS. Umar Farroq tiene apenas 16 años, pero su rostro refleja ya el horror, el mismo horror de ver a su padre bañado en un charco de sangre.El 21 de mayo pasado, tres pistoleros entraron en su casa, llegaron hasta el despacho del mirwaiz y le dispararon a bocajarro. El líder que había denuncia do con mayor energía las "atrocidades" de las fuerzas de seguridad y el Ejército indio moría moría horas después en el hospital civil de Srinagar. Al menos otras cien personas cayeron sin vida cuando las tropas abrieron fuego contra la multitudinaria procesión que transportaba el cuerpo del "mártir" al cementerio.

"Sé que soy muy joven, pero voy a tratar por todos los medios de cumplir la misión de mi padre, que el pueblo cachemir recupere sus derechos", señala Farooq, quien el pasado viernes pronunció su primer sermón en la gran mezquita de Jamiat Masyet. "Me sentí muy triste", reconoce, "por que mi padre no estaba, pero tenía que cumplir con mis deberes religiosos".

"La paciencia tiene límites"

Humera, de 18 años, hermano mayor del mirwaiz, y Mohamed Yaqub, que fue secretario de su padre, le apuntan las respuestas, especialmente las coletillas políticas.El joven jefe religioso se ha convertido también en presidente del comité de acción Awarni, una organización fundada por su padre en 1964 para luchar por la celebración de un plebiscito bajo los auspicios de la ONU. La revuelta que en los últimos meses ha levando al valle de Cachemira contra el, Gobierno de Nueva Delhi no tiene precedentes. "Hace 43 años que aguantamos, pero nuestra paciencia tiene un límite", señala el propietario de un pequeño hotel que, como la mayoría, está cerrado.

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Los enfrentamientos entre la población y las fuerzas militares y paramilitares indias han causado cerca de 500 muertos desde comienzos de año. El turismo, principal fuente de recursos, se ha hundido. Al caos político, se suma el económico. "Estamos dispuestos a soportarlo todo, menos a los indios", afirma el sastre Salama Altaf, cuyos preciados tejidos de cachemir y seda no encuentran ahora comprador.

"No existe polarización entre los partidarios de la independencia y de la integración en Pakistán", señala Farugi. "Esta cuestión se verá más tarde, una vez que la India nos deje en paz y podamos expresar nuestra opinión con un voto libre". Sin embargo, los militantes más radicales se han agrupado en el Frente de Liberación de Jammu y Cachemira (JKLF), y éste defiende la independencia. Las acciones del brazo armado de este grupo contra el Ejército son numerosas, así como las "ejecuciones" de quienes el JKLF considera que son "agentes, espías o informadores" de Nueva Delhi. Un conocido periodista cachemir asegura que entre esos muertos hay más musulmanes que hindúes, y critica la política india de sacar a los hindúes de Srinagar. "Esto crea resentimientos entre dos comunidades que han convivido durante siglos y convierte una lucha política en una lucha religiosa".

Quien ayudó a los hindúes a marcharse es el hombre más odiado del valle, Jagmohan, nombrado gobernador del Estado por el Gobierno indio surgido de las elecciones del pasado diciembre. "Tomó posesión de su cargo el 19 de enero, y ese mismo día desató una caza de brujas casa por casa", dice Faruqi.

Jagmohan se ha convertido en la bestia parda de Srinagar. Por doquier se cuentan terribles historias de torturas, asesinatos y desapariciones ocurridas durante sus cinco meses al frente del Estado. En la Prensa local, han aparecido decenas de fotos de jóvenes desfigurados y muertos a consecuencia de las torturas. Jagmohan fue destituido hace una semana y sustituido por Girish Saxena.

Demasiado tarde

A pesar de que continúan los incidentes y de que a diario se incrementa el número de víctimas, una cierta calma parece haberse adueñado del valle de Cachemira. Sin embargo, muchos de sus habitantes señalan que ya es tarde, que ha corrido demasiada sangre y que la única solución es que los indios se vayan. Con una media sonrisa sarcástica, los cachemires dicen que el día que se alcance la independencia, habrá que darle el premio Nobel a Jagmohan, porque su labor contribuyó a conseguirla.[Entre tanto, un portavoz del Movimiento Nacional Mohajir de la vecina Pakistán declaraba ayer que las fuerzas de seguridad de Islamabad han detenido a más de 4.000 personas, mohajirs en su gran mayoría, desde que, el 15 de mayo, estallaron en la provincia de Sind enfrentamientos entre miembros de esta etnia y los sindis, informa Reuter].

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