'Metrópolis', número 300
El programa dirigido por Alejandro Lavilla continuará 13 semanas más
Esta noche -o madrugada del viernes, para ser más exactos- se emite el programa número 300 de Metrópolis (TVE2), espacio que surgió sin pretensiones y que ya lleva cinco años sin caerse de la parrilla, en la que, por lo menos, continuará 13 semanas más. "Yo creo que nos mantienen en programacion porque Metrópolis se ha convertido en un clásico, y ha llegado a crear un género televisivo de programas raros", manifiesta su director, Alejandro Lavilla. "En ese sentido", añade, "hay que conservarlo como especie en peligro de extinción".
Metrópolis no trata temas ni obras, sino personajes, y cada programa, generalmente, tiene un nombre y un apellido por título, "el de un hombre que vive el acto apasionante de crear algo absolutamente improductivo", dice Lavilla. Es el arte por el arte, la creación por la creación, cosa poco frecuente en la sociedad del dinero y de éxito. "Nuestros artistas malviven. El caso típico es el de Rbzyrisky, el polaco que vive en Estados Unidos y es el creador más brillante de un soporte tan manido como el vídeo musical. Los momentos más gloriosos del programa han ido unidos al hecho de poner de moda a alguien, cosa que ocurrió, por ejemplo, con Suzanne Vega, porque, en definitiva, la única forma de saber si lo que hacemos tiene eco son las leyes del mercado; pero, excepto en música, la mayoría de nuestros creadores no se pueden vender porque hacen obras únicas".
La imaginación
De cuantas disciplinas artísticas acoge Metrópolis, la videocreación es la más cercana a la sensibilidad de este hombre radical, claro y conciso, que se expresa muy bien, a quien irrita hasta la crispación el hecho de que la imaginación esté relegada y poco primada, y confiesa apasionarse con "el potencial creativo que suponen las nuevas tecnologías para el artista". "El grave problema", añade "es que generan obras que son fáciles de copiar, pero quizá por eso me parece tan atractivo: va contra el mercado establecido, y en consecuencia, es imposible convertirlas en sujeto del mismoEste programa -cuyo título coincide con el de la celebérrima película de Lang y con el de la revista del MOMA, aunque, según informa su director, lo escogieron porque "se identifica con el punto de origen de la cultura urbana de grandes ciudades que queríamos retratar, da sentido de universalidad y se entiende en todos los idiomas"- comenzó su andadura hace cinco años, cuando TVE sintió la necesidad de apuntarse a la movida, que ya se estaba acabando. "En aquella época, este país era muy rico en producciones independientes, totalmente al margen de los circuitos comerciales. Si no hublera existido la movida no hubiera existido Metrópolis. No sólo es necesario que exista el producto, también debe producirse una demanda de ese tipo de información, y nosotros surgimos para satisfacerla".
Alejandro Lavilla parece el primer sorprendido del éxito del programa. Cuenta que inicialmente su única expectativa era salir al aire. "Estuvimos un montón de meses en preproducción, y creíamos que nunca superaríamos esa situación. Decían que no había hueco para nosotros, y yo argumenté: 'Pues vamos a crearlo. Si los domingos, al acabar la película, finaliza la emisión, ¿por qué no la prorrogamos media hora más?". Lo curioso es que cuando, meses después, Metrópolis pasó a emitirse los jueves, TVE tuvo que sustituirlo por otro programa porque ya había creado un hábito en la audiencia. "Yo quería hacer el último espacio de la programación para que ningún espectador pudiera recriminar que tenía que tragarse Metrópolis para poder ver lo que hubiera a continuación". Lavilla sostiene que una televisión pública no debe programar sólo para mayorías, "pero los programas para minorías deben ir en horas marginales. No ocupar una hora punta significa más libertad y menos condicionamientos por parte de la ernpresa".
La audiencia les ha respondido con una fidelidad increíble y con un nivel de aceptación insólito "para un programa que, se quiera o no, podría ser tachado de cultural, clasificación maldita dentro de los géneros televisivos por parte de los programadores, de los espectadores y de todo el mundo, que lo consideran denostado y detestado, del que nos hemos salvado de milagro". Según confirma a continuación, sus seguidores, entre 400.000 y 800.000 espectadores, tienen un perfil muy variado, entre ellos no faltan los yuppies, y acaba concluyendo, con cierta ternura no exenta de orgullo: "Me gustan mucho mis espectadores. Suelen ser gente que rechaza la televisión como medio de comunicación, y ése era uno de nuestros objetivos: hacer un programa distinto".
Trabajo austero
Confiesa que, más que un marginado, se siente ignorado por sus jefes, cosa que puede ser interpretada como una prueba de confianza, pero también de desinterés. "Pero nos estimula que los medios de comunicación, que normalmente sólo se interesan por una cara a quien poder entrevistar, nos hayan apoyado, a pesar de que Metrópolis no tiene presentador".Es inútil que Metrópolis supere el presupuesto de un millón de pesetas por programa. "Nuestra filosoflia consiste en hacer un trabajo lo más austero posible de medios económicos, técnicos y humanos porque es la única forma de controlar el producto".
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