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El toque de queda, los francotiradores y el terror paralizan Karachi

La ruidosa actividad del mayor puerto de Pakistán está completamente paralizada. Escuelas, comercios y oficinas de Karachi se encuentran cerradas. El toque de queda ha sido impuesto en varios barrios de la ciudad y el terror sujeta a los casi nueve millones de personas que la habitan en el último rincón de sus casas. En el hospital Abasi Shahid, uno de los tres centros de urgencias que funcionan en Karachi, han ingresado, desde que comenzaron los disturbios el sábado pasado, 129 heridos de bala, de los que 38 han muerto.

Nadie sabe muy bien por qué empezaron los tiroteos, ni quiénes son los que disparan, pero -el número de muertos continúa aumentando -ayer fueron asesinadas otras 23 personas- y la población pide que el Ejército ponga orden porque "¿quién se fia de la policía?". De hecho, buena parte de los casi 200 muertos habidos entre Hyderabad y Karachi fueron abatidos por la policía y las fuerzas paramilitares.Muchos ingresados en Abasi Shahib o sus familiares cuentan cómo vieron venir hacia ellos los coches de la policía o de los rangers, una especie de guardia civil que opera en el campo y ha sido enviada a Karachi por el Gobierno, y cómo éstos, sin mediar palabra y sin que en ese momento se escuchara disparo alguno de los francotiradores, abrieron fuego con sus metralletas y armas automáticas.

"Nosotros no preguntamos a nuestros pacientes a qué etnia pertenecen", afirma el director del hospital, doctor Mohamed Shamir, pero todos los interrogados por esta enviada especial daban la misma respuesta: mohajir (refugiado).

Son los mohajirs musulmanes de Lenguar Urdu, venidos a India en 1947, en el momento de la independencia del imperio británico y la división del país. Emprendedores natos, rápidamente se hicieron con el comercio y los servicios de las grandes ciudades de la provincia de Sind, en el extremo sur de Pakistán, desplazando a los sindis o antiguos pobladores al campo.

Las etnias

De los 25 millones de habitantes que tiene Sind, el 50% son sindis, un 30%, mohajirs y el 20% restante está integrado por otras etnias paquistaníes. Sin embargo, la proporción se invierte a favor de los mohajirs al referirse a Karachi y Hyderabad, las dos mayores ciudades de Sind, en las que no hay ni un 20% de sindis.Abasi Shahid se encuentra en una zona básicamente mohajir, en la que el lunes por la noche se impuso el toque de queda. Por ello, han dejado de recibir heridos, ayer sólo cuatro. Sus calles desiertas desembocan en plazas protegidas por sacos terreros de los que sobresalen los AK-47 y una mano firmemente asida al disparador.

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Los vehículos militares que las patrullan también llevan a un soldado con un dedo en el gatillo de una metralleta sujeta en un trípode.

En los barrios antiguos, tradicionalmente sindis y ahora con mezcla de todas las etnias, no han entrado los soldados y las matanzas continúan. Aquí son los sindis los que lloran en esta o aquella esquina a sus familiares muertos, algunos acribillados a balazos mientras dormían.

La paralización es también casi total en estos barrios, sin embargo, los francotiradores se las apañan para escabullirse entre las callejuelas semidesiertas, después de vomitar sus ráfagas de metralla y escapan en un coche o en una motocicleta habiendo dejado un reguero de sangre.

"Somos pobres, no tenemos afiliación política y no entendemos por qué hay problemas entre nosotros si todos somos musulmanes", afirma el padre de Kiwar Jihan, de 30 años, cuyo estómago fue atravesado por una bala desconocida. "Fue el domingo por la noche, estábamos sin electricidad y en la casa hacía un calor húmedo insoportable, Kiwar salió a la terraza y la hirieron. Ya no estamos seguros ni en nuestras casas", señala la madre apretándose el velo que le cubre los cabellos.

La primera ministra de Pakistán, Benazir Bhutto, sindi ella misma, se encuentra desde la noche del lunes en Karachi tratando de hallar una solución que ponga fin a la violencia.

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