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La agonía de los 'protectorados' franceses en África

La revuelta en Gabón, Costa de Marfil, Senegal y Camerún hiere el sistema que implantó De Gaulle

Una catarata de revueltas sacude buena parte del África negra francófona. En Gabón, Costa de Marfil, Senegal y Camerún, el orden de cosas nacido de la descolonización está amenazado por el crecimiento demográfico galopante, la caída brutal de los precios de las materias primas y el ansia de libertad de los jóvenes. Tres décadas de política francesa en el África negra comienzan a hacer agua al mismo tiempo que los regímenes autoritarios de Félix Houphouet-Boigny u Omar Bongo. Es la agonía del sistema de protectorados instaurado por el general De Gaulle.

De Gaulle devolvió su libertad formal a los países que componían el imperio francés en el continente negro. Sin embargo, acompañó las proclamaciones de independencia de un complejo tejido de acuerdos culturales, militares y económicos que permitieron a Francia seguir siendo omnipresente en sus antiguas colonias. Francia se reservó un derecho de tutela sobre los Estados recién nacidos y, para sellarlo, se identificó en cada uno de ellos con el poder absoluto de un solo hombre.Ese sistema neocolonial comienza a revelar sus limitaciones. En Costa de Marfil, Francia optó por Félix Houphouet-Boigny, al que los sucesivos Gobiernos franceses han llamado El Sabio. Que El Sabio dirigiera su país en tanto que líder de un partido único consagrado al culto de su persona no parecía molestar a De Gaulle, Giscard y Mitterrand. Ahora, bajo la presión de la calle, Houphouet-Boigny ha tenido que proclamar el multipartidismo, y en París se ha llegado a la conclusión de que va a ser muy difícil que El Sabio pueda abandonar el poder con la cabeza alta.

La situación en Costa de Marfil, la perla del sistema neocolonial francés, es explosiva: un jefe de Estado octogenario que se resiste a abandonar el poder; una crisis económica imparable provocada por la caída del precio del cacao, y gastos absurdos, tipo la basílica católica de Yamusukro, el Vaticano de Houphouet-Boigny. Con una deuda exterior de 14.500 millones de dólares, Costa de Marfil tiene la plusmarca de endeudamiento per cápita del continente.

París sabía que una gran crisis acabaría por alcanzar a sus protectorados, pero no quería, sabía o podía encontrar los medios de desactivarla. Desde 1982, tras ciertas veleidades reformistas pronto archivadas, los propios socialistas habían decidido mantener el tipo de relaciones francoafricanas establecido por De Gaulle. Los socialistas hacían así oídos sordos a los excesos de los autócratas amigos de Francia.

Esa política del avestruz, se decía en el Elíseo, estaba justificada por la necesidad de modernizar esos países de modo paulatino, sin convulsiones. También por la voluntad de mantener la influencia francesa en el continente negro ante las evidentes ambiciones norteamericanas y soviéticas.

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Intervención militar

Los acuerdos firmados con sus antiguas colonias obligan a Francia a enviar tropas en caso de graves conflictos de orden público. Para evitar que sus actuales intervenciones militares en Costa de Marfil y Gabón puedan ser interpretadas por las poblaciones como un apoyo sin reservas a los agonizantes regímenes en el poder, París las justifica como una mera protección de los ciudadanos franceses allí residentes. El pasado fin de semana han continuado los disturbios y pillajes en las dos principales ciudades de Gabón: Libreville y Port Gentil. Legionarios y paracaidistas franceses custodian los principales intereses franceses, en particular las instalaciones petroleras de la compañía Elf.El dispositivo militar francés fue reforzado ayer en Port Gentil y más de un millar de franceses ya han sido repatriados con urgencia. La revuelta gabonesa comenzó tras la muerte, la pasada semana, del dirigente opositor Joseph Redemjebé.

Para complicar más las cosas al Elíseo, Camerún se incorporó el sábado a la ola de revueltas. Las fuerzas del orden mataron a tiros a seis personas en Bamenda, en el noroeste del país. Los fallecidos participaban en una manifestación convocada por un partido de la oposición ilegal.

La política africana de Francia depende directamente de Mitterrand, que en este asunto ha depositado parte de su confianza en su hijo Jean-Cristophe

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