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El problema de llegar tarde

Un sueldo de 30.000 pesetas no da para mucho, pero si es libre de impuestos, no hay que pagar una casa, ni coche y los hijos hace mucho tiempo que tienen su propia vida, pues "da juego". Con 1.000 pesetas al día te puedes arreglar la barba, desayunar café, comer caliente y servido, comprarte ropa, aunque sea usada, hacer una merienda como Dios manda y, por la noche, soñar cosas guapas y no con "sangüich", que corren como demonios. Manuel tiene 52 años, pero es como si hubiera pasado los 70. Su último destino, totalmente libre, fue Tudela, en Navarra, aunque él dice que "mi destino es llegar tarde a todos los sitios".Nació en Burgos capital y vive de lo que le dan, porque eso de trabajar "a esta edad es muy jodido", dice, y sonríe a través de un hueco que le deja la barba. El salario de la pobreza, el salario mínimo de inserción puesto en marcha por el Gobierno vasco, no le llega porque "sigo siendo de Burgos, si fuera vasco... pues mira".

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Es la hora de la cena y el estómago no perdona. Saca de una manta una lata de alcachofas abierta y se come una. Un trago de vino de la botella mancomunada y, "si me das un cigarro, dan una nueva perspectiva a Manuel. De todas formas, no me importa, ese dinero mejor para las mujeres y los niños. Mañana si hace bueno me iré al Mediterráneo", dice sonriendo.

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