Víctor Mendes califica la corrida de petardo explosivo
El pésimo juego de los toros de ayer era lugar común en las declaraciones de los tres espadas despues del festejo, aunque la originalidad la puso Víctor Mendes, que calificó a la corrida como petardo explosivo. El portugués lo razonaba así: "Petardo, porque, con excepción del primero de la tarde, los demás fueron malísimos e inservibles para la lidia. Explosivo, porque en cualquier momento podía explotar su peligro y cogerte".Mendes ya había adelantado a este periódico en la entrevista previa a la corrida que los toros de Benítez Cubero no le gustaban nada, y acertó: "En el ruedo me acordé y me maldije por no haberme equivocado, claro que mi pronóstico no tenía mérito, porque esta divisa viene fracasando últimamente". Agregaba que además de ser ilidiables, estos toros se caen: "Si ruedan por los suelos cuando salen en otras plazas con un peso inferior a los 500 kilos, con mayor razón se tienen que caer en Las Ventas, donde vienen fuera de tipo y con 100 kilos más".
Para el portugués, lo único positivo de su actuación, al margen de su profesionalidad, había sido la estocada al quinto de la tarde: "Eran tan parados, que echaban la cara arriba y ni en banderillas pude lucirme Añadía que sus calificativos sobre la divisa anunciada eran, por desgracia, extensibles a su primer enemigo, de Sánchez Cobaleda, y al sobrero de Martínez Benavides.
Pitones al pecho
Cámara coincidía con Mendes en la valoración general de la corrida y enfatizaba sobre el excesivo peso de los toros: "Mi primero se rajó cuando le había sacado varias tandas de buenos muletazos porque comenzó a asfixiarse, y a partir de ese momento me tiraba los pitones al pecho". Del de Benavides no quería ni acordarse: "Daban ganas de dejar los trastos y marcharse". Pese a ello, expresaba que se había entregado toda la tarde jugándose el pellejo.
También Paco Alcalde se quejaba de la corrida en general, aunque admitía la excepción del que lidió en primer lugar, de los Bayones, que había sustituído a otro de Cubero. Con respecto al de los Bayones reconocía que se había equivocado al cambiarlo con sólo dos puyazos: "Ví fácil que le iba a cortar las orejas y mis ganas de triunfar me perdieron, pues luego se vino arriba y me comía el terreno".
Alcalde quería destacar que al menos le permitió reeditar la suerte de banderillear desde una silla, que nunca había realizado en Madrid. De su otro enemigo, de 624 kilos, decía que para torearlo era necesario ser tan alto como un pivot de baloncesto: "Y, aún así, habría sido imposible, por su peligro y mansedumbre".
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