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Los muertos en Alcalá en el último año, enterrados en fosas comunes

Las personas muertas en Alcalá de Henares desde principios del pasado año hasta esta misma semana, y que no poseyeran una tumba en propiedad, han tenido que ser enterradas obligatoriamente en fosas comunes con capacidad para cinco cuerpos. La falta de espacio en el camposanto de esta localidad sólo dejaba a los familiares la opción de la tumba comunitaria o la de inhumar el cadáver en otra ciudad.

El pasado viernes, el Ayuntamiento de la ciudad inauguró 496 nuevos nichos y 55 fosas comunes de cinco cuerpos, que, según el concejal de Obras y Servicios, Anacleto Escobar "no solucionan el problema definitivamente, pero garantizan espacio para enterrar a los fallecidos en esta localidad durante año y medio, tiempo en el que esperamos que estarán finalizadas las obras de un nuevo cementerio supramunicipal con capacidad para 60.000 cuerpos, cuya construcción está prevista en las afueras de Alcalá", dice el edil.Varios ciudadanos afectados por esta falta de espacio en el cementerio municipal de Alcalá han expresado su queja ante el Ayuntamiento de la ciudad, al que acusan de "una intolerable falta de previsión en un asunto tan delicado e importante como es garantizar un lugar de descanso a sus muertos", afirma Víctor Gómez, un joven alcalaíno que perdió a su abuelo el pasado mes de marzo.

Tumbas compartidas

"Cuando fui a la funeraria a gestionar el entierro, me encontré con la desagradable sorpresa de que era totalmente imposible adquirir un sitio en el cementerio para la tumba de mi abuelo y que, si quería enterrarlo en su ciudad, tendría que ser en una tumba compartida con cuatro desconocidos", afirma Gómez, que añade que lo único que consiguió, después de visitar al alcalde y al concejal responsable del cementerio para protestar por esta situación, "fúe que me aconsejara, en esos dramáticos momentos, incinerar el cuerpo, dadas las ventajas de esta modalidad de inhumación, que necesita menos espacio físico que el enterramiento habitual con ataúd".Gómez asegura que lo que más le dolió en el entierro de su familiar, que tuvo que ser finalmente inhumado en una fosa común, junto con los cuerpos de cuatro desconocidos, "es que ya entonces estaban finalizadas las obras de los nichos que se estaban realizando adosados a las paredes del cementerio y lo único que faltaba para que se pudiera enterrar allí era que se asfaltara el terreno de acceso. Yo creo que podían haber autorizado los enterramientos, ya que en estas ocasiones lo que importa es la voluntad de la familia de enterrar a su muerto en solitario, y no la estética de los alrededores", dice Gómez.

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