El toro manso
P. Romero / Márquez, J. A. Campuzano, DuránToros de Pablo Romero, con gran presencia, mansos, dificiles, excepto 42 y 62. Miguel Márquez: pinchazo, bajonazo y descabello (silencio); estocada baja (vuelta protestada). José Antonio Campuzano: pinchazo hondo trasero tendido caído y descabello (silencio); pinchazo en el costillar, otro bajo, estocada corta descaradamente baja, rueda de peones y 11 descabellos (silencio). Curro Durán: dos pinchazos, otro tendido trasero descaradamente bajo, nuevo pinchazo y se acuesta el toro (silencio); pinchazo perdiendo la muleta, tres más y estocada caída (palmas).
Plaza de la Maestranza, 1 de mayo (tarde). 19º y última corrida de feria. Menos de tres cuartos de entrada.
JOAQUIN VIDAL
Los pablorromero salieron pablorromerazos y además mansos mansísimos. No pasa nada. Los pablorromerazos mansísimos resulta que eran toros de lidia. Con el toro de lidia puede suceder que sea bravo-bravísimo, o mansomansísimo (y además bronco, boyante, áspero, pastueño y cuanto se quiera imaginar) pero siempre conservará la característica esencial de su especie que es la casta, con sus variantes de agresividad o defensa.
En el mismo día de ayer se vio la diferencia entre el toro sin casta, que salió por la mañana, y el toro con casta, que salió por la tarde. El toro sin casta era imposible de torear y el toro con casta tenía su lidia -por cierto interesantísima-, que no ha de ser, forzosamente, la faena cuadriculada de los dos pases consabidos y el de pecho.
Aunque a veces también esa faena cuadriculada era posible. El sexto de la tarde la admitía sobradamente pues tras mansear en los primeros tercios acabó noble, y así pudo Curro Durán ligarle una preciosa tanda de rendondos, con su canon y su arte. Si luego Curro Durán ya no supo continuar la faena en ese tono (a lo mejor no se atrevió) la culpa no la tenía el toro; la tenía el torero, evidentemente.
Otro torero que sacó partido de sus toros mansos fue Miguel Márquez, ayer buen lidiador, eficaz capotero, pundonoroso para intervenir en quites, valiente para plantear sus faenas en el mismísimo centro geométrico del redondel, y además ejecutando todos los cites con la verdad por delante.
Ofreciendo el medio-pecho
A un toro reservón y a otro distraído que tiraba a mulo, les muleteó ofreciendo el medio-pecho -que dicen-, corriendo la mano, cargando la suerte. Y cuando el primer toro se quedó hecho un marmolillo, le alegraba la embestida; y cuando el cuarto toro ya estaba listo para cuadrar y matar, lo trajo desde el mismísimo centro geométrico del redondel hasta el tercio, encadenando pases de costadillo que tenían la cadencia, la soltura y el mando propios de los antiguos maestros en tauromaquia.
Inició esa segunda faena con estatuarios en el ya conocido centro geométrico del redondel, la parcela exclusiva que utilizó ayer para torear en el albero de la Maestranza Miguel Márquez. Otro detalle, ese de la parcelilla temerosa, entre muchos que el público no acabó de valorar. El público estaba con Miguel Márquez, malagueño y bajito, crítico, frío, distante, y al acabar la función muchos aficionados se quejaban amargamente de que hubiera osado dar una vuelta al ruedo a pesar de las protestas, ¡precisamente en el marco históerico de la Maestranza! Como si eso hubiera sido lo más destacado que ocurrió ¡en el marco histórico de la Maestranza!
José Antonio Campuzano se afligió con los mansísimos pablorromerazos y se entiende su aflicción. Probablemente aún no se le habían pasado las fatigas y los agobios de la descastada corrida mañanera, en la que también estuvo, y además hecho un jabato. Las pocas embestidas manejables de segundo toro apenas las aprovechó, porque toreaba fuera de cacho.
El quinto se quedó sin picar, pese a que le sangraron mucho en tres varas, y perseguía furiosamente a las cuadrillas, enarbolaba la cornamenta tremenda en banderillas. Al propio Campuzano le tiró sendos derrotes espeluznantes en los dos primeros muletazos, y en los siguientes, que fueron de castigo, precipitados y con escaso concierto, el toro pudo más que el torero. Los toros mansos suelen tener reacciones contradictorias y unas veces embisten suaves a los toreros, como el sexto, y otras se los quieren comer, como el quinto. Así ha venido pasando con el toro de lidia verdadero toda la vida de Dios.
Babelia
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