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El enemigo americano

El sector audiovisual es considerado por la Comisión Europea como estratégico tanto por ser patrimonio cultural del Viejo Continente como por su volumen económico y su crecimiento. Este mercado pasará de 25.000 millones de ecus (unos tres billones de pesetas) en 1990 a 35.000 millones de ecus (más de 4,5 billones de pesetas) en el fin de siglo. A pesar de este gran crecimiento, la realidad actual no se presenta tan optimista, " sobre todo porque los americanos lo controlan casi todo", como ha dicho en Cannes Dieter Kosslick, coordinador del programa de distribución de películas europeas, que trabaja en el contexto del programa Media.Por una parte se observa una gran insuficiencia de circuitos de distribución y de difusión a escala europea, lo que explica, según comentan los expertos, que el 90% de las producciones europeas no traspase jamás las fronteras de su país de origen.

Por otra parte, los costes de fabricación son muy elevados, en función de la dimensión nacional de los mercados, que hacen que las producciones sean poco rentables. Además, la hasta ahora no resuelta cuestión de los derechos de autor hace difícil el desarrollo de un segundo mercado para los productos audiovisuales europeos. Por todo ello este sector está considerado como de alto riesgo.

Grupos no europeos

La Comisión Europea se propone emprender una lucha para defenderse de la invasión americana y con el objeto de no condenar a la industria europea al subdesarrollo. La Comisión parte de algunos datos que revelan que al menos el 60% de la distribución cinematográfica en Europa está controlada por sociedades de origen norteamericano y que al menos el 40% de los circuitos europeos de distribución de videocasetes está en manos de grupos no europeos.

Tampoco pierden de vista los directivos de la Comunidad que en 1988 Europa ha comprado a Estados Unidos programas de televisión (básicamente de ficción) por un valor de 700 millones de dólares (73.500 millones de pesetas); que de las 11.000 horas de programas de animación difundidos por las cadenas de televisión en toda Europa en 1989, el 60% era de origen japonés, mientras que la producción europea tan sólo había logrado completar 350 horas.

Para reforzar la visión negativa de este desolador panorama se cita el dato de que la industria audiovisual europea no ha logrado salir todavía de sus fronteras y no ha podido penetrar en el mercado mundial: su presencia en Japón o en Estados Unidos no puede considerarse significativa, puesto que apenas sobrepasa el 2% de la programación audiovisual y cinematográfica de estos dos países, que son los que se reparten el mercado mundial. La solución se busca en las estructuras de cooperación.

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