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Las dos caras de Japón

Polémica por la obligatoriedad de izar la bandera y cantar el himno nacional en las escuelas

Dos modos de entender los símbolos en Japón: por un lado, el padre de un niño arrancó la bandera nacional de la pared de un colegio, durante el acto de apertura de curso, este mes, por su reminiscencia militarista, en un gesto de protesta por la decisión ministerial de hacer obligatorio a partir de 1990 izar la bandera y cantar el himno nacional en las ceremonias más importantes que se celebren en los centros de enseñanza del país. Por otro, radicales de extrema derecha rodearon algunas escuelas difundiendo consignas patrióticas como método de presión para forzar el cumplimiento de tal norma.

Una y otra acción son buena muestra del alto grado de sensibilidad que despierta en los japoneses su pasado más próximo, y en particular la memoria de las atrocidades cometidas durante la última guerra mundial en nombre del emperador.Las autoridades académicas se han encargado de remover las entrañas con la controvertida orden de imponer obligatoriamente en los colegios niponeg la hinomaru, es decir, la bandera blanca con el sol naciente en rojo, y el Kimigayo, el himno de homenaje al emperador.

El izamiento de la bandera y el canto del himno estaban considerados desde hacía cinco años como recomendables en la apertura y la clausura de curso, que en el país del sol naciente se celebran, respectivamente, en abril y en febrero del año siguiente. Pero a partir del curso recién iniciado se convierten en obligatorios, y los colegios que contravengan la orden se arriesgan a ser sancionados.

La medida forma parte de la reforma educativa que gradualmente va a introducirse. Ha suscitado fuertes críticas en el sector de la enseñanza, y también de muchos padres de familia, que la consideran un aliciente más para alentar el sentimiento militarista y revivir la ideología nacionalista de la preguerra en los niños y jóvenes japoneses.

El sindicato nacional de la enseñanza, al que están afiliados cerca del 70% de los maestros, la ha censurado, pero, en un ambiguo gesto muy japonés, no ha instruido claramente a sus afiliados para que la boicoteen. No ha hecho falta. En varios centros ha sido simplemente ignorada, y en otros se ha escogido una fórmula mixta de izar la bandera y no cantar el himno, que, por otra parte, son símbolos de hecho, aunque no oficialmente, de la nación. De momento, las autoridades educativas no han impuesto sanciones.

Recuerdos de la guerra

Curiosamente, la recomendación que hacía hasta ahora el ministerio de que se realizara esta ceremonia había tenido notable seguimiento en casi todo el país, con excepción de zonas como la isla de Okinawa, en donde los recuerdos de la guerra del Pacífico son aún mucho más vivos que en ciudades como Hiroshima o Nagasaki, trágicos escenarios de las bombas atómicas norteamericanas.

El año pasado, la bandera del sol rojo fue izada en cerca del 90% de los centros de enseñanza de todo el territorio nacional, pero en bastantes menos se cantó el himno al emperador. No hay elementos para pensar que los japoneses estén a punto de declarar la guerra a sus autoridades, pero la decisión de imponer a la fuerza estos ritos es juzgada como bastante desafortunada por muchos comentaristas por el peligro potencia] qué esconde todo ello en un pueblo que no ha digerido del todo su responsabilidad en la última conflagración mundial y los atropellos cometidos en los países asiáticos y que se ha acostumbrado a aceptar en los libros de texto escolares versiones no completamente objetivas del papel de Japón en el mundo.

Una encuesta publicada recientemente por el Asahi Shimbun, el diario más influyente del país, revela que entre un 60% y un 70% de japoneses son partidarios de que se ice la bandera y se cante el himno nacional en los colegios, pero un 60% condena la actitud del Ministerio de Educación de hacerlo obligatorio.

El ministerio sostiene que las críticas no tienen fundamento, y afirma que con la medida se desea reflejar el cambio de mentalidad que ha sufrido la sociedad japonesa y fomentar, como hacen otros países, una "conciencia nacional correcta". El ministro de Educación, Kosuke Hori, ha manifestado que la mejor manera de que los niños japoneses aprendan a respetar a los demás países es respetando primero su bandera y su himno.

El Kimigayo (El reino del emperador) es una loa a la soberanía imperial, que fue cantada por primera vez en el cumpleaños del emperador Meiji en 1880. Trece años después, el Gobierno decidió que fuera asumido como himno, y comenzó a interpretarse en diversas ceremonias de Estado.

La hinomaru fue inicialmente utilizada por los barcos mercantes como bandera, y en 1870 se decidió que fuera la enseña nacional del país, sin darle, sin embargo, ningún reconocimiento jurídico. Uno y otro se convertirían luego en trágico estandarte de la invasión japonesa de China, Corea y Filipinas, y pasarían a ser símbolos de la agresión de Japón durante la primera etapa de la dinastía Showa, que rigió el emperador Hirohito, fallecido en 1989.

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