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La cátedra, al completo

Puerto / Campuzano, Manili, Boni

Toros de Puerto de San Lorenzo, desiguales de presencia, con trapío, flojos, ásperos. José Antonio Campuzano: bajonazo; aviso (palmas); bajonazo descarado (silencio). Manili: estocada trasera y dos descabellos (silencio); estocada corta contraria y descabello (ovación y también pitos cuando saluda). Boni: estocada corta delantera descaradamente baja y dos descabellos (ovación con algunos pitos y saludos); dos pinchazos y estocada (ovación y saludos).

Plaza de Las Ventas, 15 de abril. Lleno.

Hacía años que no se veía abarrotada Las Ventas un domingo de Resurrección, como ayer, con la cátedra al completo. Seguramente no era sólo por el cartel sino también por la fiesta misma, por las ganas de ir a los toros, y debió de ayudar la venta masiva del abono preferencial, que con buen sentido del comercio y la industria implantó la nueva empresa del coso. Bueno, faltaban los que se marcharon a Sevilla para presenciar la alternativa de Julio Aparicio, pero la verdad es que no se notó su ausencia. En Madrid estuvieron suficientemente representados.La cátedra emitía sus veredictos sin demayos ni fisuras. Por ejemplo, daba Manili un muletazo largo y hondo, y lo coreaba el ¡ooole! solemne que la afición se gasta. por estos pagos; el siguiente lo daba corto y afligido, y lo coreaba el ¡oooh! desencantado que la afición de estos pagos se gasta también. No se trata de una obviedad; qué va. Fuera de los límites de la barriada de Las Ventas del Espíritu Santo, las aficiones son menos selectivas, mientras dentro de sus límites la afición se erige en cátedra y va puntuando pase a pase con el !ooolé,! solemne o el !oooh! desencantado, según cánones y circunstancias.

En cambio, los silencios famosos de otras plazas -Sevilla, sin ir más lejos-, esos no sabe hacerlos la afición madrileña erigida en cátedra, pues antes que callar, revienta. La afición madrileña lo mira todo; del toro, hasta el negro de las uñas. Ya puede salir una corrida astifina como la de ayer, que si salta a la arena un ejemplar menos astifino y extrañamente mermado de pitón (caso del quinto), ya está alegando. Un catedrático gritaba a los taurinos del callejón: "¿Por qué los afeitáis, hombre? ¿Por qué no afeitáis a vuestro padre?". Otro catedrático quería echar del palco al presidente, porque no devolvía un toro inválido al corral En realidad le quiso echar varias veces pues salieron inválidos varios toros.

Dos volteretas

Salieron varios toros inválidos; uno con casta, al que Campuzano metía pico, rectificaba terrenos y no le dominaba (antes al contrario); otro manejable, y Boni le dio naturales voluntariosos. Fueron, respectivamente, primero y último. Al cuarto, alto escurrido, impresionantemente cornalón y de catadura avisado, Campuzano resolvió trastearlo a la defensiva. Al tercero, muy tardo, le porfió valientes derechazos Boni y en uno de ellos sufrió una voltereta. Volvió Boni encorajinado a la cara del toro y entonces la voltereta se la dio el toro a sí mismo. A lo mejor fue para demostrarle que en todas partes cuecen habas.

Hacía viento y arreció cuando Manili pretendía bordar el toreo con el segundo toro. Lógicamente, flameada al viento la muleta, el toro perdía su referencia, embestía al cuerpo inocente de Manili y en lugar de bordados salían pespuntes. El Señor, cuya, Resurrección se conmemoraba en el día de la fecha, no parece estar muy dispuesto a que Manili borde el toreo, ni en esta ocasión ni en ninguna. Y así, en su segunda comparecencia, el viento ya estaba calmo pero el toro iba perdiendo la embestida, hasta quedar nula; de manera que tras unos primeros redondos largos y hondos, y sus pases de pecho en ligazón, convenientemente coreados con el ¡ooole! solemne que la afición se gasta por estos pagos, hubo de dar Manili medios pases, puntuados por la afición con el ¡oooh! del desencanto. Es decir, que la corrida resultaría deslucida, pero la cátedra estuvo en su sitio y al final abandonó la plaza con la satisfacción del deber cumplido.

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