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Reportaje:

Muerte en Beirut

El informe oficial español asegura que el proyectil que mató hace un año al embajador De Arístegui era sirio

Al embajador de España en Líbano Pedro Manuel de Arístegui y Petit lo mató -mañana, lunes, hará un año- un proyectil disparado por la artillería siria. El Gobierno español lo sospechó desde el principio, lo supo fehacientemente cinco días después y, sin embargo, nunca recriminó públicamente al país que provocó aquella muerte. Es más, España se ha esforzado en que la Comunidad Europea (CE) levante las sanciones que, a petición del Reino Unido, impuso en octubre de 1987 al régimen baazista sirio por haber instigado el llamado caso Hindawi, el frustrado atentado contra un avión de la compañía israelí El Al que enlazaba Londres con Tel Aviv.

Beirut, domingo 16 de abril de 1989, 14.30. El embajador Arístegui, su mujer, Yumana Awad; sus dos hijos, Diego y Alejandra; su suegro, Tufic Yusef Awad, y su cuñada, Samia Awad, se disponen a pasar al comedor de la residencia de la embajada, el palacio Chehab, en el sector cristiano de la capital libanesa, cuando un proyectil de 240 milímetros de díámetro, con una trayectoria muy curva y cargado con 30 kilogramos de TNT, cae sobre la terraza que da sobre el jardín interior del edificio, a tan sólo tres metros del lugar donde se encuentran.Tufic Yusef y su hija Samia fallecen prácticamente en el acto, junto con un ex chófer libanés de la Embajada, Nicholas Cassis, que se encontraba en un cuarto cercano. Arístegui y su mujer resultan gravemente heridos, pero los niños, aparentemente protegidos por los cuerpos de su madre y de su tía, salen casi ilesos. El embajador morirá pocas horas después en la UVI del hospital del Sagrado Corazón de Beirut.

Confirmación en Barajas

Granada, domingo 16 de abril, 16.30. Tras una reunión de los titulares de Asuntos Exteriores de la CE con seis homólogos latinoamericanos, el ministro Francisco Fernández Ordóñez se dirige en el aeropuerto hacia el avión oficial con el que regresará a Madrid cuando el gabinete telegráfico del ministerio le llama urgentemente por teléfono para darle la noticia de forma un tanto confusa: Arístegui, aunque herido, vive, pero su mujer ha muerto.La identidad exacta de las víctimas Fernández Ordóñez la conocerá una hora más tarde, a su llegada a Barajas. El secretario de la Embajada en Beirut, Norberto Ferrer, ha logrado ponerse en contacto con Madrid, y el ministro de Exteriores francés, Roland Dumas -Francia dispone de la mayor embajada occidental en Líbano-, llama también a su colega español al aeropuerto para confirmarle la muerte del embajador y darle el pésame. "No te quepa la menor duda", le dice, "han sido los sirios".

Fernández Ordóñez salió de dudas el viernes 21 de abril, cuando el director general de África y Oriente Próximo, Jorge Dezcallar, al que envió a Beirut al frente de una delegación al día siguiente de la tragedia, le remitió su informe. "A juicio del que suscribe", dice Dezcallar, "no cabe ninguna duda de que el proyectil que cayó el 16 de abril a las 14.30 en la Embajada de España es de procedencia siria, pues son las tropas sirias en Líbano las únicas que poseen y utilizan este armamento, de procedencia soviética".

"Esta opinión es absolutamente compartida por todo el personal de la Embajada y confirmada por todos los embajadores comunitarios residentes en Beirut". "El abajo firmante considera, sin embargo, que no será posible probar esta autoría siria y cree además que no existía intencionalidad por parte de las fuerzas sirias de atentar contra la vida del embajador de España", porque "durante los días 16 y 17 del corriente [abril] han caído sobre Beirut unos 30.000 proyectiles".

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"Lo más que puede afirmarse", continúa Dezcallar, "es que, probablemente, los sirios admitieron implícitamente la posibilidad de que el proyectil cayera en la Embajada de España, pues conocían perfectamente su emplazamiento". "Pero pretender otras intenciones ni es demostrable ni es presumible".

"Siria", concluye el informe, "parece mostrar ante lo ocurrido una cierta, aunque discreta, sensación de culpabilidad, demostrada tanto en los pésames presentados -incluso a la propia delegación española a su llegada a Damasco- como en las facilidades dadas para la repatriación del cadáver del embajador".

Explicaciones

A pesar de que los artilleros tienen cada vez más puntería, demostrar que hubo intencionalidad por parte de Damasco hubiese sido una tarea imposible para la diplomacia española, pero no así probar que el proyectil que mató a Arístegui había sido disparado por una de las aproximadamente 500 piezas de artillería sirias desplegadas en Líbano. Los agregados militares occidentales que siguen de cerca el conflicto libanés son unánimes: sólo los sirios disponen de munición de tal calibre. ¿Quiénes, si no ellos, la podían haber disparado?Fernández Ordóñez no quiso intentar hacer la demostración y ni siquiera nombró públicamente a los autores del disparo. Sólo a puerta cerrada, en el Instituto de Cuestiones Internacionales, reconoció el 21 abril, que el proyectil era sirio, pero dio a entender que no protestaría oficialmente ante Damasco y aún menos llamaría a consultas al embajador español en esa capital para poner así de manifiesto su disgusto.

A Siria se le pidieron, sin embargo, explicaciones sobre lo sucedido por los discretos canales diplomáticos, y sólo tras una entrevista en Nueva York en septiembre entre Fernández Ordóñez y su homólogo sirio, Faruk al Charaa, se obtuvo en Madrid una respuesta escrita. La carta de Al Charaa, que hizo una breve escala el pasado fin de semana en Madrid, es un modelo de ambigüedad en la que no se descarta totalmente la autoría siria, pero se rechaza cualquier responsabilidad porque la artillería de Damasco, se asegura, sólo abre fuego para defenderse de los bombardeos cristianos que parten de baterías frecuentemente ubicadas a proximidad de la residencia española.

Hay, sin embargo, algún que otro diplomático español y europeo acreditado en Beirut que, en contra de lo que opinó Dezcallar, sospecha que sí hubo intencionalidad en el disparo sirio. No se trataba de golpear a España, sino a una Comunidad Europea que Madrid presidía entonces y que en dos ocasiones, el 20 y el 31 de marzo de 1989, hizo declaraciones en las que incluía a Siria como parte beligerante en Líbano y pedía además la salida de sus tropas del país.

Cuando, dos semanas después, la troika comunitaria, integrada por los números dos de las diplomacias española, francesa y griega, viajó a Damasco para hablar de Líbano, fue acogida con gran frialdad.

El secretario general de Política Exterior, Fernando Perpiñá, y sus dos homólogos fueron tan sólo recibidos por un vicerninistro, y la Prensa, toda ella oficial, silenció su visita.

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