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¡Ocupa, que algo queda!

Un centenar de jóvenes autogestionan un local contracultural desde 1986

Los jóvenes del gaztetxe (casa de cultura alternativa) de Bilbao ultiman los detalles para celebrar los cuatro años de ocupación y el final de las obras de rehabilitación del edificio. Un edificio "incautado" que se ha visto legalizado con el visto bueno de las autoridades municipales, no sin cierta controversia en el barrio. Visten chupas de cuero raídas, estéticas desafiantes, melenas enredadas y, algunos, llevan bien visible el rotulador para escribir el último adagio alternativo: "Todo el poder está en manos de los que son suficientemente ricos para comprarlo".

Las escaleras que conducen al primer piso del gaztetxe, situado en pleno Casco Viejo de la capital vizcaína, están ahora plagadas de ladrillos y cemento. Una bombilla desnuda impide al visitante tropezar con los materiales de trabajo y con los cuerpos de los arrodillados de los chavales."Los jóvenes están colaborando muchísimo con la rehabilitación del inmueble. Lo mismo encalan paredes, que rascan el suelo, que barnizan la madera. Tengo una gran esperanza en que esto salga adelante", confía el responsable del área de Bienestar Social del Ayuntamiento, Beti Duñabeitia, artífice, junto a los ocupantes y al concejal Josu Brandika, de un documento que ha sellado la colaboración entre el Ayuntamiento y la Asamblea de Jóvenes del Casco Viejo.

Ambas partes han firmado un pacto por el que los jóvenes se comprometen a presentar sus programas de actividades anualmente y a colaborar con el Ayuntamiento, sin abandonar los métodos asamblearios de funcionamiento. Por su parte, el consistorio, además de costear con 20 millones las obras de acondicionamiento, reconoce la labor cultural desarrollada por el gaztetxe.

"Somos una fuente de bienestar social para un tipo de gente determinada", asegura Rafa, miembro de la asamblea de jóvenes. "Durante estos cuatro años, hemos logrado llenar el edificio de cultura".

Buena parte de los conjuntos punteros del rock vasco han actuado en el gaztetxe bilbaíno, y algunos lo utilIzan como lugar de encuentro y ensayo. Grupos de mujeres, antimilitaristas, ecologistas..., pueblan sus "rincones para discutir, hacer pancartas, conspirar y agitar las conciencias. "¿No es esto mejor que andar sin rumbo por la calle?", se pregunta Rafa.

Los que nunca tendrán un hueco en el edificio son los yonquis. El mismo día de la ocupación (13 de abril de 1986) una mano anónima inauguró las paredes del gaztetxe con una frase lapidaria: "Para heroína, Agustina de Aragón".

Esta mezla de cultura, autogestión y fiesta ha despertado las simpatías de la Asociación de Vecinos del Casco Viejo (Bihotzean): "Establecer un centro cultural siempre es positivo, si además está gestionado por los propios jóvenes, pues mejor. Es cierto que se han generado problemas de ruido con los conciertos de música, pero la solución no está en el desalojo, sino en las obras de insonorización y rehabilitación del gaztetxe", señala un miembro de la asociación.

Sólo la Comisión de Afectados por el Gaztetxe y los comerciantes se resisten a enterrar el hacha de guerra. Para éstos el acuerclo es "una tomadura de pelo. El gaztetxe es un abuso que ni este ni ningún Ayuntamiento debiera consumar. Además, marca un precedente peligroso de acceso a la normalidad a partir de un delito: la ocupación ilegal de una propiedad privada".

Beti Duñabeitia, sin embargo, no entiende esta postura beligerante, "sobre todo ahora que hemos llegado a un acuerdo. Creo que es un problema muy antiguo que ha generado demasiados resquemores".

Subiendo con cuidado las escaleras de piedra, coronadas con una imagen un tanto provocadora del papa Wojtyla, se accede a la primera planta. Completamente rodeado de banderas, posters, sillones antidiluvianos y grafitos se alza el bar, uno de los rincones más concurridos del gaztetxe. Son las ocho de la tarde y la primera marea humana abre unas cuantas birras.

No a la cutrez

Mientras los chavales nos muestran los demás huecos del inmueble ocupado, los dos altavoces situados en frente de la barra escupen las primeras notas de un tema de Barricada: "Dales acción en la calle...". "En esta habitación estarán probablemente las mozas del taller de cerámica, abajo la sala de conciertos insonorizada...".Las obras del gaztetxe están a punto de finalizar. En breve, las habitaciones mugrientas y las escaleras desvencijadas darán paso a unos locales perfectamente acondicionados. "Queremos cambiar esa leyenda de marginalidad y cutrez que nos ha perseguido durante todos estos años", añade Rafa mientras visitamos el resto de las habitaciones del edificio. "Ahora vamos a poder funcionar a mil por hora. Habrá que dejar de lado el espontaneísmo y organizar el futuro de este local desde nuestro espíritu abierto y libertarlo. Demostraremos que la autogestión y, todas esas cosas que nadie se cree ya, funcionan realmente".

Entre los jóvenes del gaztetxe se sigue respirando el mismo aroma ocupacionista de hace cuatro años. En las asambleas semanales, cada vez más concurridas, se debate el presente y el futuro inmediato. "Esto sigue siendo un local ocupado", recuerda Rafa. "La autogestión y el poder de la asamblea es algo innegociable. Las relaciones con el Ayuntamiento son muy fluidas, estamos abiertos a todos, pero si en algún momento pretenden chapar esto por la fuerza, volveremos a las barricadas; algo estúpido, cuando hemos demostrado que somos personas dialogantes".

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