Semana Santa en caleidoscopio
Las múltiples interpretaciones de las procesiones aseguran su futuro frente a la oferta turística en la Pasión
Los días austeros del tiempo de Pasión han ido derivando en los últimos 20 años en escapadas primaverales hacia el jolgorio. El seiscientos llegó a competir con las procesiones o a convertirlas en espectáculos turísticos masivos durante los años sesenta, y hoy la tercera parte de los españoles utiliza estas fechas para viajar. Pero, lejos de vivir su decadencia, la expresión popular de la Semana Santa asegura su futuro por prestarse a múltiples interpretaciones.
Cuando las imágenes salen a la calle y se mezclan con el pueblo, se pone en marcha una serie de mecanismos sociales, religiosos, económicos y turísticos que mantienen su hegemonía frente al sol y la playa. Representan la identidad de un pueblo de una forma ritualizada. Cualquier intento de monopolización por parte de la Iglesia resulta tan rechazado popularmente como peligroso para mantener la tradición. Este año, una vez más, se pondrá sobre la mesa redonda de los ciclos de conferencias, coloquios y tertulias el sentido de es fiestas y la dirección que están tomando.Julian Pitt-Rivers, catedrático de Antropología de la Escuela de Altos Estudios de la Sorbona y conocido hispanista, ha recalcado durante sus visitas a nuestro país el aspecto polisémico de los símbolos de la Semana Santa: "Contienen diversos significados al mismo tiempo, incluso contradictorios, que han ido transmitiéndose de forma inconsciente a través de los siglos sin que la gente sepa generalmente hacer conscientes sus raíces".
Alianzas sociales
El hispanista afirma que en la actualidad se crean ritos constantemente, aunque las sociedades civilizadas tienden a negarlos cubriéndolos de un barniz seudorracionalista. Ve en las procesiones una función primordial para un pueblo: la comunicación y la puesta al día de las relaciones sociales. "Ver cómo son los demás del pueblo, quién habla con quién, cómo visten, qué alianzas se estrechan". De esta forma, sirven también como escaparate donde exponer desde la belleza hasta la posición social.
El empujón que han recibido últimamente los carnavales frente a la Semana Santa hay que buscarlo, aparte de la diferenciación con el régimen anterior, que prohibió los disfraces y promocionó las procesiones, en un deseo de apartar la muerte de la vida cotidiana.
Según María Cátedra, profesora de Antropología de la universidad Complutense de Madrid, "en España hemos comenzado a alejar, e incluso ocultar, la muerte. Construimos tanatorios que vienen a sustituir a los antiguos velatorios en los hogares; sin darnos cuenta de que la muerte implica vida, y que al suprimir un término languidece el otro. Cuando elegimos un viaje vital en busca del sol y la playa, ignoramos que la Semana Santa, junto al luto y la commemoración de una muerte, es también alegria, la celebración final del triunfo de la vida".
Monopolio de la Iglesia
Isidoro Moreno, catedrático de Antropología de la universidad de Sevilla, ve en la identificación social de un pueblo, en la cimentación de unas señas de identidad el principal significado de la Semana Santa. "La jerarquía eclesiática quiere rescatar este fenómeno para ellos, monopolizar su interpretación, lo cual crea una tension innecesaria", afirma. . "La reafirmación de la identidad social está más allá de la involueración religiosa. Cuanto mayor sea la resistencia social a que este tipo de fenómenos se oficialicen por parte de la Iglesia, más populares serán. Dejar un amplio margen a la espontaneidad y a los múltiples puntos de vista asegura su futuro. Así, Andalucía es la comunidad española con menor porcentaje de asistencia a misa los domingos y, sin embargo, la que registra una mayor participación en las grandes festividades religiosas".
"En Andalucía", concluye Isidoro Moreno, "las procesiones son la gran fiesta de la sensualidad. En el ambiente hay luz, color, movimiento. Las relaciones del público con las imágenes están muy humanizadas. Se les canta, se les piropea. La mayoría de las vírgenes son jóvenes, pletóricas de vida y de belleza. El Jesús que suscita devoción es el Nazareno sufriente, no el Cristo muerto del sepulcro". Junto a otro tipo de consideraciones, no tiene menor relevancia el aspecto estético de la Semana Santa del Sur: esa belleza emocionante que algunos dicen quita el aliento y que mantiene la constante com paración del laconismo castellano con el chisporroteo andaluz.
Francisco Plaza, catedrático de Historia del Arte de la univer sidad de Valladolid, ve en los pa sos castellanos un sentido dra mático, con el público como es pectador de una representación "En Andalucia, la evocación es más lírica. La gente participa e incluso dialoga con las figuras
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