Senderos oscuros
TIENE PERÚ un complicado futuro. Ninguno de los programas de gobierno que enuncian cuantos pretenden la presidencia de la República hoy contiene el germen del enderezamiento de sus males, bien porque no ofrecen nada nuevo, bien porque las fórmulas propuestas han sido ensayadas anteriormente en el país y en varias de las naciones latinoamericanas con resultados generalmente negativos. Nadie dispone ya de programas innovadores e imaginativos, nadie tiene ya misteriosos remedios probados con éxito en diversos laboratorios económicos o ideológicos del extranjero, no existen nuevas medicinas puestas a punto por grupos de economistas de la universidad de Chicago. Hay, eso sí, modelos de solución a la mexicana, a la brasileña y, no lo quieran los hados, a la argentina. ¿Por cuál se decantará Perú?Las condiciones ideales para la puesta en práctica de un programa de austeridad y posterior desarrollo sin tensiones exigirían integración social, solidaridad de las altas finanzas y de la burguesía, eliminación del terrorismo, equilibrio en los sectores productivos y favorables condiciones internacionales. No es ése el panorama que se dibuja para Perú. Por una parte, no se ha alcanzado la integración social que pretendió la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA): en 1990, el país sigue quebrado no sólo por la separación de las capas sociales, sino sobre todo por divisorias raciales. Éstas y la miseria generalizada, sobre todo en el interior andino, fueron hace 20 años caldo de cultivo para el nacimiento de movimientos irracionales de castigo contra los propios indios que pretendían la asimilación a los valores económicos del blanco: Sendero Luminoso, basado en. una demencial ideología, mezcla de indigenismo, y maoísmo, se ha cobrado en los 10 últimos años más de 20.000 víctimas.
El APRA, que ha dirigido Perú de la mano de Alan García durante el pasado quinquenio, lo deja en pésimas condiciones: los salarios han perdido el 70% de su capacidad adquisitiva, el nivel de vida ha caído a índices de la década de los sesenta, la inflación fue del 2.750% en 1989. La clase adinerada ha aprovechado las facilidades que, con tal de atraérsela, le ofrecía el APRA para exportar su dinero a Miami. Lo único que le queda al campesinado es el cultivo de la coca, que en pocos años se ha convertido en el 30%'del producto interior bruto.
Con un historial así, el candidato aprista, Luis Alva Castro, autor de un programa totalmente huero, obsoletamente populista y carente de originalidad, tiene pocas posibilidades de disputar la segunda vuelta a quien resulte hoy vencedor. Segunda vuelta necesaria al parece poco probable que candidato alguno obtenga el 50% de sufragios de todos los votantes inscritos que requiere la ley electoral para proclamarle vencedor al término de la primera.
Igual suerte se diría que han de correr los dos candidatos de la izquierda, Alfonso Barrantes, de Izquierda Socialista, y Henry Pease, de Izquierda Unida. Curiosamente, quien en los días finales de campaña ha surgido vertiginosamente como posible candidato colocado sería Alberto Fujimori -del movimiento Cambio 90, mezcla de aprismo y dinámica empresarial-, cuya popularidad se debe, al parecer, a lo que sus partidarios consideran que sería su capacidad de trasladar el éxito económico del Japón de sus padres al Perú de hoy.
El vencedor de la primera vuelta, sin embargo, será Mario Vargas Llosa. Deben admirarse su valentía, dignidad y espíritu de sacrificio personal, que le llevaron a combatir, primero, los excesos demagógicos de Alan García, y a dejarse convencer, después, para encabezar la opción liberal-conservadora del Fredemo. Vargas Llosa se decidió a entrar en la arena política cuando le pareció que peligraba en Perú la libertad. La historia latinoamericana reciente sugiere que libertad y democracia no implican necesariamente recuperación económica y riqueza; pero sí es cierto que sin libertad se comprometen seriamente las posibilidades de desarrollo futuro. Mario Vargas propugna además un modelo de disciplina económica thatcheriana, los resultados de cuya aplicación son dificiles de prever en un país tan alterado y destrozado como Perú.Con todo, una mezcla de abstencionismo indígena, cansancio urbano con la maquinaria aprista y verdadero deseo de cambio parecen garantizar su triunfo de hoy, pero no el de la segunda vuelta, cuando tenga que enfrentarse a un solo oponente y no a cuatro y cuando la propaganda se haya cebado contra él y en apoyo del candidato contrario. Si éste fuera Fujimori, la papeleta de Vargas Llosa se complicaría aún más porque a los de la izquierda unida debería añadir los votos perdidos en algunos sectores derechistas que no dejarán de apoyar al representante de Cambio 90.
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