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El mito del orden de nacimiento

Ser primogénito, hijo único o de familia numerosa no determina la personalidad

La creencia corriente de que ciertos rasgos de la personalidad pueden explicarse por el orden de sucesión en el nacimiento no ha sido cuestionada durante mucho tiempo. Si la autoconcentración se asocia a menudo al hecho de haber crecido como hijo único, el sentirse necesario es el resultado de haber sido un hijo descuidado, nacido en medio de varios hermanos. Sin embargo, los investigadores que han revisado los efectos de estos condicionantes sobre la personalidad, la inteligencia y el éxito opinan que sería mejor consultar la bola de cristal.

"¡No me extraña que sea tan simpático y gracioso: es el encanto de la familia!". "Hace lo imposible por complacer a su jefe. Apuesto que es una primogénita". "Alguien tan egoísta tiene que ser hijo único", repite la sabiduría popular. En los años veinte, el psiquiatra Alfred Adler reflexionó sobre el impacto que tenía a lo largo de loda la vida de un primogénito el ser destronado por el nacimiento de un hermano o hermana. Sin embargo, más adelante, los especialistas en el lema han revisado estas afir inaciones. Es sorprendente su lieredicto: sería mejor que se leveran las hojas de té. "El orden en que nacemos no explica realmente una cantidad de cosas", asegura Toni Falbo, psicólogo social en la universidad de Tejas, Austin. "Pero a la gente le gusta. Es como la astrología Suele decirse: no tengo la culpa de ser como soy".Gran parte de los estudios que pretenden demostrar que los primogénitos son radicalmente distintos de los otros hijos ha caído en el descrédito. También parece ser que cualquier efecto de los mencionados condicionantes en la inteligencia o la personalidad es superado, posiblemente, por las demás influencias existentes en la vida de una persona. De acuerdo con Falbo, la creencia en el impacto permanente del orden en que se nace es "un vestigio de nuestra teorización psicológica, la idea de que nuestra personalidad ya ha quedado determinada a los seis años. Esa presunción es sencillamente incorrecta".

Los partidarios de las creencias que parecían demostrar la importancia de las características del nacimiento no consi guieron ver que otros factores podían agregar confusión al lema. Por ejemplo, el tamaño de la familia: muchas encuestas han puesto de manifiesto que los hijos mayores eran los que más éxitos conseguían. Sin embargo, eso dice poco sobre el hecho de ser primogénito o haber tenido muchos o ningún hermano.

Rivalidad

La mayoría de los expertos cree que el orden de nacimiento significa poco cuando se saca del contexto de un hogar determinado donde, por ejemplo, se estimula o se reprueba la rivalidad entre hermanos. Los padres que creen que los primogénitos son más capaces o merecedores de mayor aprecio establecen de este modo un pronóstico que les satisface.

Las normas sociales tienen también aquí mucha influencia "Hay una gran diferencia si una cultura pone énfasis en la primogenitura o en el derecho de los hijos mayores en general", de acuerdo con Michael Berbaum, del Instituto de Investigación Social de la universidad de Alabama.

Consideremos el problema de si el orden de nacimiento afecta al éxito o a la inteligencia. Algunos psicólogos aún toman en serio la teoría de la confluencia, elaborada a comienzos de los setenta por el psicólogo de la universidad de Michigan Robert Zajonc. Este investigador difundió ampliamente su tesis de que podían preverse los resultados de pruebas corrientes en base al número de hijos nacidos en primer lugar, segundo, tercero, etcétera, que realizaban el examen. No obstante, admitió que el orden de nacimiento nos dice muy poco sobre los resultados de individuos determinados.

De todos modos, muchos expertos consideran en la actualidad que el orden de nacimiento no desempeña papel alguno. Cuando Judith Blake, demógrafa de la universidad de California (Los Ángeles), observó gráficas de nacimiento anteriores a 1938, al igual que lo había hecho Zajonc para un período posterior, no encontró ninguna relación. En una de sus publicaciones, donde se analizan este estudio y otros, incluye información sobre 150.000 personas.

Familias numerosas

La conclusión de Blake fue que "una vez que se manejan factores relativos a los antecedentes familiares, el orden en que se nace no tiene importancia" en cuanto a capacidad cognoscitiva.

Lo que sí importa, insiste, es el número de hijos. "Las familias poco numerosas dan como promedio un mayor apoyo en lo relativo a la capacidad oral, que ayuda a que la gente tenga éxito en el colegio", dice Blake. Cree que la razón se halla en que la atención de los padres se diluye en las familias numerosas.

En cuanto a los efectos sobre la personalidad, los resultados son muy variados las investigaciones sugieren que se es un poco más sociable, bien adaptado e independiente si se ha crecido con pocos hermanos o ninguno. Sin embargo, dos estudios recientes no pudieron establecer ninguna diferencia sobre la base sólo del número de componentes. Lo único seguro es que no parecen existir desventajas en nacer en una familia poco numerosa, incluso en ser hijo único. Después de revisar, en 1987, 141 estudios, Falbo y un colega descubrieron que crecer con o sin hermanos no afecta a la personalidad de una manera previsible. Donde se encontraron pequeñas diferencias -tal como motivación para el éxito-, éstas favorecían a los hijos únicos.

Espaciados, mejor

Algunos psicólogos creen que tener los hijos espacia dos tiene ventajas. "Admitiendo que todo lo demás es igual -que naturalmente no lo es- cuanto más espaciados mejor evolucionan los niños", opina Mazie Earle Wagner, psicóloga asesora de la State University de Nueva York. "Son gente más inteligentes, más alegres y más adaptados".La noticia puede causar extrañeza, ya que con frecuencia se aconseja a los padres que no esperen mucho tiempo para tener un segundo hijo. No obstante, diferentes estudios han llegado a conclusiones distintas. Por ejemplo, se preguntó a más de 2.000 adolescentes que juzgasen lo razonables y soportables que eran sus padres. Los más positivos eran por lo menos cuatro años mayores o menores que su hermano más próximo. Los más quejosos estaban separados de uno a tres años.

Según una investigación, el primogénito contaba con mayores posibilidades de tener una gran autoestima si su hermano o hermana era dos años menor. De acuerdo con otra, la diferencia de edad no tenía ninguna influencia en la competitividad social. La opinión general parece ser que "una mayor diferencia de edad crea más espacio vital tanto para los hijos como para sus padres".

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